Mató por "pedido del Diablo" y pidió ser detenido, pero la Justicia lo sobreseyó

En enero aplastó la cabeza de una mujer y decapitó a un hombre. Lo declararon inimputable porque consideran que no tiene conciencia de sus actos

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"Llévenme detenido, estoy endemoniado. El diablo me dijo que los matara y tengo que seguir matando si me dejan libre. Voy a seguir matando", dijo Sebastián Ezequiel Juárez (24) el día que lo detuvieron. Fue el 17 de enero. La mañana anterior había aplastado con una piedra la cabeza de una mujer, cuyo cuerpo flotaba en el río. Ahora cargaba la cabeza de un hombre al que había decapitado.

Juárez tenía sus prendas bañadas en sangre, estaba haciendo dedo en la Ruta 14, a la altura de Cuesta Blanca, en la provincia de Córdoba. A unos cien metros de allí encontraron el cuerpo de Felipe Salinas, un puestero de 70 años. Su segunda víctima en menos de 24 horas.

Tras los crímenes, este hombre que nació en San Francisco pero residía en la vecina localidad de Frontera, en Santa Fe, fue imputado de doble homicidio en concurso real y fue trasladado al penal de Bouwer.

Allí duró poco tiempo ya que, a raíz de su cuadro psiquiátrico, estuvo internado en el Centro Psico Asistencial, de la ciudad de Córdoba. Luego, por su peligrosidad, fue alojado en un pabellón psiquiátrico de la cárcel de Cruz del Eje. Dicen los médicos y agentes del Servicio Penitenciario de Córdoba (SPC) que pide que no lo dejen libre: "No me suelten, estoy endemoniado"; "si me dejan en libertad tengo que seguir matando, voy a seguir matando porque me lo ordena el Diablo", asegura.

Los especialistas encargados de evaluar su salud mental concluyeron que Juárez padece una multipatología psiquiátrica que le impide tener conciencia de sus actos, y por eso el fiscal de Villa Carlos Paz, Gustavo Marchetti, lo sobreseyó.

Poco antes de ser detenido por el crimen de Salinas, Juárez, el hombre que dice estar endemoniado, conducía un auto supuestamente robado por la ruta 14. Se acercó caminando a un puesto de venta de productos regionales y pidió ayuda porque había tenido un desperfecto mecánico. Un hombre de la zona se ofreció a ayudarlo y ató con una linga su auto al de él. Pero Juárez intentó llevarse los dos. Forcejearon y finalmente el sospechoso escapó por el campo. Tenía la ropa ensangrentada.

Más tarde el fiscal Marchetti relacionaría la muerte del puestero a la de Graciela Miño (62), la mujer cuyo cuerpo un grupo de turistas había encontrado flotando en el río, con la cabeza aplastada por un objeto duro. Los peritos confirmaron luego que se trataba del mismo homicida.