"El proyecto para trasladar la Capital a Viedma era un poco delirante"

Gonzalo Álvarez Guerrero, hijo del gobernador de Rio Negro durante la presidencia de Raúl Alfonsín, habló con Infobae sobre su primera novela, que mezcla la política con una historia de iniciación sentimental

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"Éramos hijos del poder diferentes", afirma Gonzalez Alvarez Guerrero, autor de Viedma

Es muy posible que muchos de los rionegrinos que hoy se enfrentan con el desafío de elegir al nuevo Gobernador recuerden al primer mandatario de la recuperación democrática, el abogado radical de Bariloche, Osvaldo Álvarez Guerrero. Tal vez, la gran mayoría tenga en mente que hace treinta años su capital, Viedma, estuvo cerca de ser la capital de la República Argentina. Quizás los memoriosos recuerden que esa tierra la pisó Juan Pablo II y el Presidente de Brasil José Sarney. Un hijo de la provincia patagónica puede refrescarle la memoria a los olvidadizos y hacerlos disfrutar de Viedma (Reservoir Books) una novela de iniciación que marca el ingreso a la ficción de un periodista que hasta ahora había publicados dos libros de investigación, El Coti, junto a Darío Gallo y Máxima, una historia real con Soledad Ferrari.

Se trata de Gonzalo Alvarez Guerrero, el hijo de aquel Gobernador al que un día le cayó en su casa y de sorpresa el Presidente Raúl Alfonsín para decirle que Viedma iba a ser la capital de Argentina. Con un poder de descripción y de ironía que recuerda los textos de Osvaldo Soriano ambientados en la Patagonia, Alvarez Guerrero construyó un relato que se abre con una línea provocadora: "Catalina lo masturbó con una delicadeza y una sabiduría improbables en una chica de 16. Gonzalo no volvió a sentir nunca tanta intimidad".

El protagonista está de viaje en España e ingresa en un proceso de introspección que lo lleva a recordar a su amor de la adolescencia y a partir de ahí a sus días en los que convivía con un padre Gobernador. En esa viaje hacia dentro de sí mismo, Alvarez Guerrero invita al lector a recorrer aquellos años en los que en la política aún existían mandatarios austeros y de una honestidad que les era natural, sin embargo no se permite una mirada indulgente hacia esa generación de dirigentes que imaginaron que esa ciudad del Sur se instalaría la Capital Federal.

De su infancia, de los recuerdos de su padre y de la generación que como él vivió la adolescencia en los 80 habló Gonzalo Álvarez Guerrero en esta nota en el estudio de Infobae.

-¿Su papá le leía Dickens de chico?

Sí, cuándo vivíamos en Bariloche teníamos una habitación muy fría en donde yo dormía y eran épocas en donde el gas era muy caro, entonces ponía la calefacción un rato y me leía los libros que le gustaban a él. No sé si era bueno o malo pero crecí con eso y era la forma en que él se aguantaba media hora mientras yo me acurrucaba abajo de las frazadas.

-Llega a la ficción después de una carrera como periodista y con dos libros de investigación. ¿Cómo fue ese tránsito?

Mi vida dio una vuelta rara porque cuándo vine a estudiar a Buenos Aires desde Viedma me anoté para estudiar cine y no entré. Me había anotado en Derecho por las dudas por si no entraba a cine y cuándo no entré, me di cuenta que no quería ir a Derecho y fui a ver lo que más cerca estaba de Cine en la cartelera de la UBA y resultó Comunicación Social, porque en esa época todavía no existía Imagen y Sonido. Después de muchos años haciendo periodismo me di cuenta que lo que a mi me gustaba era escribir. Entré tarde a la ficción, siempre escribí ficción y siempre hice cuentos, hice una novela previa a esta y nunca me animé a publicarla, creí que no era lo suficientemente buena. Sentí que no estaba lista para publicarla.

-¿Y por qué sintió que Viedma sí?

Me gustó más, la otra fue un experimento y una herramienta para aprender. Es muy difícil escribir ficción larga. En mi caso no vivo de esto, ahora tengo una productora pero siempre trabajé de periodista y cada vez que te desenganchas de lo que estás escribiendo, tenés que volver a la historia, la inspiración no llega todo el tiempo. Con este libro encontré esa mezcla que es mi vida profesional porque el cincuenta por ciento de esta novela es ficción y el otro cincuenta es no ficción. Esa mezcla es lo que marcó mi carrera hasta ahora.

-La novela aborda una etapa que en la literatura argentina es menos narrada que otras, como pueden ser los 70, el menemismo o Malvinas: el regreso a la democracia y los 80.

Ayer le escribí a María O´Donnell un email por Born, que lo terminaba de leer, y le decía lo mismo: en Argentina se sigue escribiendo sobre los 70 y nunca saltamos a los 80. Creo que parte del fracaso de Argentina hay que buscarlo en los 80 y que pasó con todo ese resurgir de las esperanzas y con toda esa cosa grandilocuente que tuvimos, en donde parecía que Argentina resurgía después de su gran decadencia. Creo que parte del fracaso hay que buscarlo ahí y no sé por que razón no se lo busca. No digo que con Viedma lo esté buscando, digo que es un tema.

-¿El traslado de la capital a Viedma fue parte central de esos años 80?

El proyecto de Viedma fue muy importante y estuvo mucho más cerca de confirmarse el traslado de la Capital a Viedma de lo que la gente cree. Me sorprendió cuándo empecé a trabajar en la novela y me junté con funcionarios, políticos y gente que trabajó muy cerca en el proyecto y todos coincidían que estuvieron a punto de hacerlo y que Alfonsín aún en 1987, cuándo había pasado la derrota electoral y empezó a caerse el proyecto, insistía con Viedma y decía hay que mudar la Capital porque es la única forma que este país tenga algún sentido del futuro. Hay una entrevista famosa a Alfonsín que se la hacen muchos años después cuándo ya no era Presidente, y le preguntan cuál era su principal error como Presidente y él dice, no haber mudado la Capital a Viedma. "Me debería haber mudado en carpa", fueron sus palabras. Hay una búsqueda que falta en los argentinos: que pasó en los 80 que los grandes proyectos fracasaron.

-¿Viedma es el gran proyecto fallido de la recuperación democrática?

Por lo pronto debe ser el proyecto político más ambicioso de los últimos cincuenta años. Hay una pregunta medio melancólica: ¿Qué hubiese pasado si se concretara? No digo que hubiese sido bueno o malo, digo qué hubiese pasado, como sería hoy la Argentina si la capital estuviese en la Patagonia. Leía el proyecto de Llach para dividir la provincia de Buenos Aires y en el proyecto original de Alfonsín se dividía la provincia en dos.

 Télam 162
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-Si se recuerda poco de Viedma, mucho menos de otras aristas del proyecto como esa. ¿Había otras además?

Se llamaba Proyecto Patagonia y algunas cosas se llegaron a concretar, como hacer provincia a Tierra del Fuego o el tema de la financiación industrial en Tierra del Fuego que surgió de este mismo proyecto. Incorporar lo que es hoy la Capital y dividir la provincia era parte del proyecto de Alfonsín. Que no haya una provincia tan poderosa era parte del proyecto.

-¿Qué edad tenía cuándo se debatió eso y como lo recuerda?

Tenía 14 o 15 años, en esos años no tenía mucha conciencia de lo que estaba pasando. En mi casa de Viedma cuando mi padre era Gobernador apareció de sorpresa el Presidente Alfonsín en viaje secreto y fue a contarle que Viedma iba a ser la Capital.

-Hay un fragmento de la novela en que se narra ese viaje. ¿Es real?

Eso es real. Se quedó a dormir en mi casa el Presidente que en ese momento era muy poderoso. No tenía mucha conciencia en el momento. Ahora para el libro descubrí fotos en el living de mi casa en donde está el Presidente de Brasil Sarney, que fue uno de los principales apoyos de Alfonsín porque Viedma se basó mucho en el proyecto Brasilia. Yo ni me acordaba que había estado Sarney en mi casa. El Papa fue a Viedma y la gente ni se acuerda. Juan Pablo II fue a Viedma a bendecir la Capital. Perdí esa conciencia pero por alguna razón, tal vez cuándo mi padre murió, me empezaron a aparecer esos recuerdos. Empecé a recordar mi infancia y adolescencia en Viedma y ahí empezó esta historia.

-La novela tiene dos planos: ese recorrido histórico y político y el recuerdo personal del narrador hacia el amor de la adolescencia.

Creo que le escuche a Pergolini decir, "lo que la vida separó, que no lo junte Facebook". El libro no empezó como novela, empezó como anotaciones de esos recuerdos y se fue transformando en novela. Durante casi veinte años no fui a Viedma después que me mudé. Había alguna culpa que no sé bien que le echaba a Viedma de lo que había sido no sé que cosa. Empecé a volver para escribir el libro y se fue transformando en novela. Una forma de contar todo esto es que Argentina es un país de novela y si no lo contamos con forma de novela es muy desgarrador contar estas historias. El personaje que va a reencontrar el amor de su adolescencia en realidad tiene una búsqueda política de esa democracia de cuándo fue adolescente y que estaba llena de esperanza y que nos hacía sentir que íbamos a ser un país superpoderoso y que no lo fue. Esa búsqueda me impulsó.

-Su padre fue un modelo de político que ya no existe, un dirigente con una enorme formación intelectual, de probada honestidad, que vivía el poder como un servicio público y que en la novela se ve en varias escena, como cuándo van de vacaciones a un lugar sencillo del interior de la Argentina con él manejando ¿En su viaje hacia sus recuerdos ratificó eso?

Es real, la herencia de mi viejo fue muy baja y estoy muy orgulloso de eso. Tenía una vida muy austera y además lo vivía así, en mi casa y con mi padre no era una cuestión el dinero. No era una familia que tuviera dinero de sobra pero no era un tema el dinero. Y como político tampoco. Con el libro me acordé de anécdotas rarísimas: una vez en casa viene el encargado de la Gobernación a decirle "¿Osvaldo qué hacés con los huevos?" y él le pregunta por qué y le cuenta que se consumen doscientos huevos por día en la residencia del Gobernador y entonces mi padre empieza a averiguar qué era lo que había pasado y se entera que el capataz de la residencia tenía una empresa de catering y usaba los huevos que compraba la provincia ¿Sabés lo que hizo? Despidió a todo el personal de la residencia. Vivíamos solos, la residencia del Gobernador no tenía ni siquiera guardia, podía entrar cualquiera con sólo tocar el timbre. No sé si eran cosas buenas o malas pero eran cosas que él las resolvía de forma diferente a lo que era habitual en la política.

-Cuándo leí su novela pensé en algo que fue muy típico de los 90 y aún hoy tiene una presencia importante, que son los hijos del poder. Usted también fue un hijo del poder pero de un poder distinto y en esta novela hay una historia que también narra eso.

(Se ríe) Mi viejo hizo muchos esfuerzos para que los hijos no seamos eso, a mí me mandó a trabajar por ejemplo. Salía del colegio público al que iba y de 13 a 19 trabajaban en serio. Me mandó a un trabajo donde hacía de cadete en una ofician públic, en donde todos mis compañeros me veían trabajar de cadete y en donde tenía que cortar las facturas y abrocharlas a una cuenta. Lo hacía también con el miedo de que no nos podía controlar mucho por las horas que él trabajaba como Gobernador. Éramos hijos del poder diferentes.

-Leyendo su novela recordé aquellos textos de Osvaldo Soriano en los que sus personajes recorrían la Patagonia ansiando grandes proezas.

Soy un gran admirador de Soriano. Es un autor que siento que tiene cierto desprestigio, que es popular, pero a mí me encantaba y él vivió en Cipolletti, Rio Negro y sus relatos de la Patagonia es único para cualquiera que haya vivido en un pueblo pequeño en donde las tardes de los domingos pueden ser tan aburridas que es difícil describirlas. El las sabía describir.

-¿Cómo piensa que hubiese leído esta novela su padre?

No sé. Es una pregunta que ni siquiera me hice, en cierta forma hay un homenaje a mi viejo y a los políticos de esa época. Con críticas, porque critico también y en el libro creo que está: era un poco delirante el proyecto de Viedma.

-A eso me refería con la referencia a Soriano.

Sí, era como realismo mágico: trasladar una capital entera sin demasiado poder y más que nada por una cuestión ideológica y por creer que esto iba a cambiar Argentina y en secreto, sin pensar las contras que esto podía tener. Lo empecé a analizar después y cuando me empecé a juntar con las fuentes, era un delirio también. Tal vez estaba bien delirarse así pero esos delirios también sepultan posibilidades porque hoy pensar otra vez en un traslado de la Capital. Por lo pronto Viedma quedó anulado porque no podes ir a decirle a la gente "vamos a volver a retomar el proyecto" después de lo que significó el fracaso. No sé si se podría mudar a otro lado después de eso porque cualquier cosa va a recordar el fracaso de esa transformación.

Gonzalo Alvarez Guerrero presenta "Viedma" el 23 de junio a las 20 en Nicaragua 5094. El 25 en el Concejo Deliberante de Viedma y el 2 de julio en la Librería Cultura de Bariloche.