Por primera vez un sicario narco es enjuiciado en la Argentina

Jonathan Aristimuño está acusado de asesinar de once balazos en pleno barrio de Recoleta a un ex miembro de las FARC vinculado a un poderoso traficante. La historia detrás del caso

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Esto, a simple vista, es un paso decisivo. Durante los últimos años, los grandes nombres del narcotráfico y el lavado de dinero colombiano, con sus sicarios, sus prontuarios y cadáveres, resonaron en el país con casos como los de Henry de Jesús Londoño, alias "Mi Sangre", o Jesús Yepes Gaviria. Ahora, por primera vez en la Argentina, un presunto soldado de esta estructura criminal se sienta en el banquillo.

Jonathan Emanuel Aristimuño, oriundo de la Villa Tranquilla de Avellaneda, pudo relajar sus muñecas este lunes por la mañana en la sala de audiencia del Tribunal Oral Criminal Nº1 de la calle Talcahuano. El oficial penitenciario que lo vigilaba de cerca le soltó las esposas por un instante para que se vea a él mismo corriendo tomado por una cámara de seguridad de un banco, corriendo por la calle Uruguay en Barrio Norte el martes 16 de abril de 2012 por la tarde. Estaba huyendo en ese video; un sargento de la Policía Federal corría detrás de él. Hoy por la mañana, en la sala de audiencias, ese mismo sargento estaba mirándolo fijo a la cara. La suerte de Aristimuño, acompañado por una defensora oficial, caía en picada. El sargento se presentó como testigo. Reconoció los objetos que Aristimuño descartó en su fuga: su casco, su campera y el arma de fuego calibre .9 mm que lanzó bajo un Peugeot 206 en avenida Santa Fe. Reconoció también en el video a Aristimuño mismo.

Esa tarde del 16 de abril, el joven de Villa Tranquila, según lo acusa la Justicia, masacró a quemarropa y a plena luz del día con ocho balazos en la espalda y que traspasaron el cuerpo de Jairo Saldarriaga Perdomo. Bajo el alias "Mojarro", Saldarriaga era un ex miembro de las FARC con fuertes vínculos narco -presuntamente ligado a Daniel Barrera Barrera, señalado en Colombia como un sucesor de Pablo Escobar- que había entrado al país bajo el nombre de Carlos Brausín García, acompañado de su mujer. Según medios colombianos, Saldarriaga se vinculó con Barrera Barrera, para el cual habría actuado como jefe de sicarios gracias a negocios en común con las FARC. Por el capo narco, precisamente, debió huir: se sospechaba una vendetta en su contra tras llevarse millones en droga y dinero. Aristimuño, según la acusación, actuó con una saña notable: le habría propinado a Saldarriaga tres tiros en la nuca para rematarlo, cuando ya estaba muerto.

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Tras una instrucción del fiscal Juan Andrés Necol, la fiscal general Mónica Cuñarro, especializada en narcotráfico y delitos complejos, lleva adelante el juicio. Es una pionera en el tema: en 2006, comenzó junto al fiscal federal Carlos Rívolo a cruzar información de diversos homicidios por disputas territoriales y lavado narco. Y las pruebas que Cuñarro tiene en contra de Aristimuño son voluminosas.

El testimonio del sargento de la Federal fue instrumental para reconstruir el crimen. De consigna en la zona, a pocos metros del hecho, corrió hacia Aristimuño al oír los disparos, al que le dio la voz de alto mientras ordenaba a la gente en la cuadra que se tirase al piso. Aristimuño, que había llegado en una moto enduro y se había cambiado el casco por una gorra con visera para atacar a Saldarriaga, disparó su arma dos veces contra el policía. No tuvo éxito. De ser así, el sargento habría sido el segundo policía en su lista de muertos. Ya fue condenado por matar a otro oficial, en un abultado prontuario. Con las llaves de su moto en el encendido, Aristimuño se dio a la fuga. Mientras lo perseguía, el sargento daba información precisa y pedía móviles de apoyo. Tiempo después, Aristimuño fue detenido.

Cuñarro no solo cuenta con testigos que avalan el relato. También, por triangulación de antenas, se determinó que el celular de Aristimuño fue encendido en el horario y zona del hecho a tres cuadras de donde fue asesinado Saldarriaga. Por otra parte, la moto misma tenía un sticker de la concesionaria en donde fue vendida. La pesquisa llegó hasta Avellaneda: Aristimuño la había comprado dos días antes del golpe y hasta dejó el mismo número de teléfono identificado por las antenas en Barrio Norte. La fiscal, en su instrucción suplementaria, también sumó diversas pericias balísticas.

Así, el enigma de quién fue Jairo Saldarriaga cobra relevancia nuevamente. Fuentes judiciales lo vinculan al doble crimen de Unicenter en julio del 2008, en donde dos colombianos con antecedentes muy similares a los de "Mojarro" fueron asesinados en el playón del centro comercial. Su mujer, en sus declaraciones, previsiblemente dijo no saber nada. Lo describió como un "empresario ganadero". Paradojicamente, no era del todo descabellado: se detectó que Saldarriaga habría comprado, en efectivo, una gran parcela de campo de varias hectáreas, en efectivo y a valor millonario.

Ahora, ¿quién contrató a Aristimuño para matar a Saldarriaga, si es que es efectivamente culpable? Por lo pronto, la Justicia ya sabe de varios colombianos que están atentos al juicio, y a cualquier cosa que Aristimuño diga.

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