"En el Gobierno están locos, quieren congelar la economía"

Los gremios díscolos preparan medidas de fuerzas sectoriales y el paro nacional del 9 de junio. Moyano no quiere piquetes para demostrar el malestar real con el Gobierno. El llamado del camionero a Macri

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Parece de película, pero no fue ficción: la del 27 por ciento de aumento en dos cuotas funcionó al final como una oferta que no pudieron rechazar cinco de los grandes gremios disciplinados al Gobierno. Mercantiles, constructores, empleados estatales, metalúrgicos y encargados de edificios, sumados, totalizan un tercio de la fuerza laboral de la Argentina. A partir de ese solo dato, la administración K entiende que la mitad de la pulseada por las paritarias 2015 ya está ganada.

El sindicalismo opositor, mientras, resiste la consagración de las flamantes negociaciones testigos: en días concretará un nuevo paro general, y están previstas además importantes huelgas sectoriales; los bancarios harán la suya martes y miércoles de la semana que viene, en tanto los camioneros pararán el jueves 4. Los aceiteros ya empiezan a perder la cuenta de las semanas que llevan de brazos caídos (17 días). Anoche, después de una reunión maratónica en el Ministerio de Trabajo, seguían a fojas cero. "El Gobierno está durísimo...", confiaba una fuente sindical del sector.

En cualquier caso, el grueso de las organizaciones sindicales, incluidas las más díscolas, comenzaron a dar inequívocas señales de haber recortado prolijamente las aspiraciones originales que tenían de incrementos salariales para este año. El combativo Pablo Moyano, que hasta hace un mes anticipaba un reclamo no menor del 40 por ciento, dijo ayer al deplorar el acuerdo de los cinco gremios K: "Camioneros no va a firmar por menos del 33 por ciento que firmó el año pasado".

El sindicalismo aparece en verdad con escaso margen de maniobra para emparejar una pelea que lo enfrenta a funcionarios y hombres de negocios pateando para el mismo arco, sin resignar un centímetro. La reticencia de los empresarios a emparejar los salarios con la inflación resulta funcional a la estrategia de Kicillof, inspirada en el temor reverencial de la Presidenta a que elevadas mejoras de sueldo, volcadas en el mercado doméstico, disloquen la economía, generando otra vez una estampida de los precios.

Tanto le importaba a la doctora Kirchner apurar la foto de los acuerdos "responsables" alcanzados de manera simultánea, que no se reparó en detalles. Como el de anunciar la firma del gremio mayoritario de los trabajadores estatales (UPCN) a una paritaria que en realidad todavía ni siquiera se constituyó. En todo caso, hubiera correspondido decir que el estatal Andrés Rodríguez se comprometía a convalidar por adelantado una mejora del 27 por ciento, que al fin de cuentas será varios puntos inferior a la que consiguieron docentes, municipales, empleados de la salud y judiciales de diversas provincias; de alrededor de un 34 por ciento.

La imposiciones, que el Gobierno eufemísticamente llama "orientaciones", también provocan fatiga entre los gremios de la propia tropa. Fueron más que elocuentes las ausencias del metalúrgico y jefe de la CGT, Antonio Caló y del mercantil Armando Cavalieri, en la puesta en escena que montó la Casa Rosada días atrás para jactarse de los cinco acuerdos de un tirón.

El líder de Comercio no termina de digerir que le "bajaron" una mejora del 30 por ciento que ya había pactado con las cámaras de ese sector. Caló, en cambio, se vio compelido a tener que aceptar el mismo porcentaje conseguido en marzo del año pasado, pese a la mala cara de algunos compañeros suyos del secretariado nacional.

Del lado opositor, entienden que nada sustancial cambió respecto del próximo paro general. "En el Gobierno están locos, quieren congelar la economía, al revés de lo que hicieron siempre", braman en las inmediaciones de Moyano, donde se da por segura la adhesión –pasiva- a la huelga de los trabajadores comprendidos en la CGT oficialista, fuera de que hayan arreglado o no sus salarios.

Diversas consultoras y entidades, incluida la OIT, vaticinan justamente que la desaceleración de la economía en toda América Latina, terminará impactando el mercado laboral de la región, metiendo presión sobre las tasas de desempleo e informalidad.

El martes, las centrales de Moyano y de Barrionuevo, los gremios del transporte y la CTA de Pablo Micheli volverán a verse las caras para afinar detalles de lo que será la quinta medida de fuerza a nivel nacional contra la Presidenta. Pero será más que nada un encuentro para mantenerse en foco. Lo que se tenía que hablar, ya se habló.

"Pablo, mirá que no queremos cortes de ruta...La idea es que quede en evidencia que ese día nadie quiere ir a trabajar por voluntad propia", le dijeron claramente a Micheli sus socios de la "unidad en la acción". El líder de la CTA replicó que él no propiciará piquetes, pero que no podía hablar en nombre de las más diversas organizaciones sociales especializadas en esa metodología de protesta. Con todo, la CTA versión combativa convocará un día antes del paro a una marcha desde el Obelisco hasta el Ministerio de Trabajo, en demanda de paritarias libres y otras reivindicaciones.

Moyano no se anota en el rubro marchas. Pero está decidido a dar pelea sin más, al punto de convocar a una huelga de su gremio por el techo impuesto a las paritarias, pese a que todavía restan varias semanas para que los camioneros comiencen a negociar sus salarios. Con bastante originalidad, el ministro Tomada habló de paros preventivos. Similar camino podrían tomar otras organizaciones en los próximos turnos paritarios, como los gremios del transporte, Luz y Fuerza, Alimentación, etcétera.

El camionero anda de malas en política porque ve cada día un poco más improbable un entendimiento electoral entre Macri y Massa. Más, fue hasta acá el operador más activo de la combinación "Macri Presidente, Massa gobernador". Esta semana, el jefe de Gobierno de la Ciudad le hizo saber que no tiene voluntad para hacer alquimias con el ex intendente de Tigre. "No voy a poner en riesgo los acuerdos con Lilita (Carrió) y Sanz por arreglar con el massismo", fue la explicación que escuchó Moyano del otro lado de la línea.