"La violencia de género es una práctica común y tenemos que exigir que eso cambie"

La aclamada escritora Selva Almada, autora de "Chicas muertas", libro en el que aborda tres femicidios que quedaron impunes en la década del 80, habló con Infobae sobre la inquietante ola de crímenes contra mujeres que sacude el país y que provocó una inminente marcha

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-Vos escribiste "Chicas muertas" a partir de casos de femicidios que te impactaron cuando eras chica. ¿Creés que el problema de la violencia contra las mujeres se ha agravado en la actualidad?

La violencia de género y su expresión máxima, el femicidio, son prácticas comunes en una sociedad como la nuestra, patriarcal y misógina. No podemos trazar una perspectiva histórica porque estos datos no existen, porque estos hechos han sido naturalizados y, por ende, invisibilizados. Pero no tengo dudas de que no es un problema de nuestro tiempo, sino algo que viene repitiéndose y fomentándose a lo largo de las décadas. Es cierto que desde hace unos años a esta parte, la violencia contra las mujeres empezó a formar parte de la agenda de los medios de comunicación, del Estado y de otros organismos. Este tipo de casos, de a poco, está dejando de ser algo del ámbito privado (violencia doméstica o crímenes pasionales como se los llamaba hasta hace muy poco) y empieza a ser un tema de todos, un problema de nuestra sociedad y de nuestro país. No sé si ahora se matan más mujeres que antes, pero ahora nos enteramos y reaccionamos de una manera diferente ante este tipo de violencia.

-¿La escritura del libro surgió de una inquietud de entender que hay detrás de la violencia contra las mujeres?

La idea del libro empezó a partir del caso de Andrea, ocurrido en 1986 en un pueblo cercano al mío, en Entre Ríos. El asesinato de una adolescente cuando yo misma era una adolescente. El recuerdo de esta historia estuvo conmigo todos estos años. De a poco fue afianzándose la idea de escribir sobre Andrea. Todo esto acompañado de un interés por los casos de femicidio que también se iba fortaleciendo adentro mío, como mujer y ciudadana. Leer casos por el estilo dos o tres veces por semana en los diarios, me hizo pensar en Andrea, en que era un caso similar a estos y no había ocurrido en los 2000 ni el conurbano bonaerense sino en un pequeño pueblo de provincia hacía 20 años. Me hizo caer en la cuenta de que estos hechos existían aunque entonces no los llamáramos femicidios. Y también de que, como muchos de los que seguía en los diarios, quedaban impunes.

-Los tres casos que seleccionaste para Chicas muertas tienen en común que quedaron impunes. ¿Por qué es tan difícil conseguir justicia para estos crímenes?

Creo que es tan difícil que haya justicia en estos casos por las mismas razones, las mismas tramas que sostienen la violencia de género como práctica habitual.

-En el libro abordás estos asesinatos sin morbo o regodeo. ¿Cómo ves el tratamiento que le dan los medios a estos casos?

En general no me gusta el abordaje del periodismo en estos temas. Por supuesto hay excepciones, Mariana Carabajal y Soledad Vallejos, por ejemplo, son periodistas que trabajan desde hace años con la temática. Pero el resto titula las notas como: El embarazo provoca violencia de género; o Fulana encontró la muerte a manos de su ex... ¿qué quiere decir que encontró la muerte, que se la buscó? Pasando por aquellos abordajes donde se pone en cuestión la vida de la propia víctima, que si el shorcito, que si el piercing. Los medios tienen todavía mucho que pensar y mucho que aprender del tema.

-¿Es correcto considerar a un femicidio un "crimen de pasión"?

Por supuesto que no. Reducir un problema tan grave como la violencia contra las mujeres a crimen pasional es grosero, es no entender nada.

-Por último, ¿cuál creés que es la raíz del problema y qué se puede hacer para resolverlo? ¿Pensás que el Estado hace lo suficiente?

El 3 de junio a las 17 se está convocando a una marcha frente al Congreso, bajo la consigna Ni una menos, para exigir el Plan Nacional para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, como establece la Ley 26485,sancionada por el Congreso en 2009; y para decir basta al machismo, la misoginia, el patriarcado; para hacer visible el horror de una mujer muerta cada 30 horas, de tantas otras desaparecidas, víctimas de las redes de trata y víctimas de violencia en sus hogares y en sus trabajos. Ir ese día, acompañar, interesarse, alzar la voz, creo, es una manera de empezar a cambiar las cosas o por lo menos de empezar a exigir que se cambien.