La culpa es de los giles que le damos de comer al chancho y votamos a los dueños de la chacra

Compartir
Compartir articulo
infobae

45 minutos pésimos, una llegada por lado. Boca, desde el presidente (cuya carrera política terminó), pasando por el técnico y los jugadores -a excepción del gesto de Osvaldo y Orion de ir a ver a sus colegas de River y preguntarles cómo estaban- tratando que el partido siga a cualquier precio. Entrando en calor cuando era obvio que no podía seguir, apurando hasta D´Onofrio -que no debió haber bajado a la cancha- y saludando a los violentos que le tiraron gas pimienta y todo lo que tenían a mano al equipo rival. No se trata así a un compañero de profesión. Un asco. Esa es la foto pequeña, la de anoche, tampoco vale la pena cargar contra Boca. Todos tienen barra, todos son (somos) ventajeros. Vamos a la 'película'. ¿Cómo llegamos hasta acá? ¿Cómo permitimos que la mano de obra de los poderosos, eso son al fin y al cabo estos tristes monigotes, arruinen el partido más esperado de los últimos diez años?

De un lado: los políticos (desde los pseudos progresistas a los desenfadados conservadores), los dirigentes de los clubes, las fuerzas de seguridad, parte del aparato judicial, los gremialistas y un puñado de periodistas corruptos. Del otro, un grupo de delincuentes que encontraron en el fútbol un 'modo mágico' de vivir muy por encima de sus posibilidades formativas y morales, y sin trabajar. Ni pagar impuestos. Ni levantarse temprano. Ni esforzarse. Ni nada. Excepto golpear, amenazar, destruir y matar. En el medio, los amantes del fútbol alimentando a estas lacras. Pagando para estacionar en la calle, comprando entradas en la reventa, comiendo chorizos y hamburguesas de pésima calidad a precio de caviar, tomando gaseosa rebajada, adquiriendo gorros, banderas y vinchas, y algunos descerebrados hasta 'pegando' porros o pastillas en la tribuna.

En fin, financiando a estos violentos haraganes que se pasan la vida entrando y saliendo de la cárcel y se reinsertan en la sociedad como si nada hubiera pasado, aún cuando dejan cientos de muertos en el camino. Rafael Di Zeo y Mauro Martín (ausentes en la cancha por 'decoro', pero flamantes dueños, otra vez, de casi todos los negocios ilegales que rodean a Boca) son perfectos ejemplos de este estereotipo. Pero no se trata de Boca: cada club del país, incluido River, tiene un puñado de estos parásitos. Y nosotros le damos de comer. Y el fútbol le sigue poniendo el lomo para que lo desangren.

infobae

La clase dirigente nunca va a dejar de usarlos, con ellos ganan elecciones, pueden ir al estadio sin ser insultados en la cara por los socios, llenan micros, plazas y se hacen de millones de pesos por fuera de la ley que dicen defender. Por eso no sólo los encubren sino que 'inventan' nuevos capos cuando alguno cae en desgracia. Los necesitan para acumular poder y dinero. ¿Entonces, no hay solución? Sí, hay solución. Si dejamos de votar a los políticos y dirigentes futboleros que les dan entidad por confort o miedo, se acaba el negocio. Los gremialistas y las fuerzas de seguridad quedarán en evidencia, aún cuando no necesiten nuestro voto. Los jueces y los periodistas estarán obligados a dejar de hacerse los tontos.

Por eso a Cantero (más allá de la incapacidad e inexperiencia del propio Cantero) lo dejaron solo sin miramientos desde el poder de la AFA y el Estado, hasta que lo quebraron y transó. Era un pésimo ejemplo: sin aparato ni barras le ganó las elecciones a los 'malos'. Pero como en lo futbolístico hizo todo al revés y no supo levantar el muerto que le habían envuelto para regalo Comparada y sus amigos -hoy en el poder del 'Diablo'- pasó sin pena ni gloria por el fútbol. Tanto que a Bebote le desean feliz cumpleaños en la pantalla de led del estadio de Independiente y a nadie se le mueve un pelo.

infobae

Hay que dejarlos solos. Abandonar la tribuna. Irse sin más. Del mismo modo que cualquier persona de bien no comparte su mesa con un abusador de menores o un narco. Si estos tipos dejan de ser útiles al poder, el poder los abandona. Debemos dejar de ser cómplices y estos criminales tendrán que conseguir trabajo o jugarse la vida en un golpe que ni siquiera tienen el talento para planear.

La inmensa mayoría de los hinchas de Boca se fue de la cancha en paz y no por la genialidad de Sergio Berni, por mucho que se adjudique el 'exitoso operativo'. Cuando entendieron que el partido no seguía y que había pasado algo grave con los jugadores de River, se marcharon. A las puteadas, tristes, pensando en que quedaban 45 minutos y la serie se podía dar vuelta. Intentando explicarles a sus hijos cómo era posible tamaña barbarie. Calientes por la guita que habían gastado, preocupados por llegar a su hogar sin un rasguño, pensando en mañana. En ese mañana que proyecta la gente normal, de clase baja o media. Los que no son millonarios como los dirigentes o los barras. Los que tienen un trabajo, una familia, un sistema de valores y aman el fútbol. Los que tienen principios (pasión) y no intereses en el fútbol. Los que no viven del fútbol pero no pueden vivir sin él.

infobae

Suena a utopía, es cierto. Sin embargo, en la historia argentina reciente abundan ejemplos de cómo el humor social modifica las cosas y obliga al poder a reinventarse. La clase baja y media –desde la que lucha por subsistir hasta la que tiene un pasar holgado, pero todos con alguna capacidad de consumo- a la cual pertenece (mos) gran parte la población parece haber tomado nota de que es imposible convivir con los barras. Bienvenido sea. Un día, y sólo porque la aventura etílica de Malvinas terminó mal en términos deportivos –es decir que perdimos-, nos dimos cuenta que los militares eran malos. Que secuestraban personas y se robaban sus pertenencias con bebés incluidos. Sin mencionar, la destrucción impiadosa de la industria nacional. Entonces, abrazamos la democracia en la que nos habíamos cagado redondamente a favor de evitar la 'inminente revolución socialista'.

Un día, cuando la recesión empezó a tocar nuestra puerta, entendimos que la convertibilidad que nos permitía sobrevivir sin híper, o comprar un auto en cuotas o viajar a Miami a acumular estupideces (depende el lugar en la escala social), al mismo tiempo destruía el aparato productivo del país y dejaba a un 30 por ciento de la gente fuera del sistema. Así cambió el color político. Y cuando nos impidieron sacar los ahorros del banco, cayó el sistema económico hecho a medida de la especulación y no del trabajo. Ahora, porque millones de hinchas de Boca se están quedando fuera de la Copa Libertadores a manos de River, soplan vientos de cambio. Parece que un día, el 14 de mayo de 2015, asumimos que 'mantener' a los barras es un mal negocio. Ojalá, sea el principio del fin de esta pesadilla que lleva más de 35 años y el fútbol vuelva a las manos de sus legítimos dueños. Ni la clase dirigente, ni los barras: los hinchas. De usted depende.