Éxtasis: la nueva protagonista del narcotráfico

Una banda de dominicanos va a juicio por cuatro mil pastillas. Un grupo de DJs cayó con material suficiente para hacer otras 20 mil, con un condenado por el crimen de Cabezas envuelto en el caso. Entre incautaciones record, usuarios gourmet, materia prima que llega por correo desde China y una legislación atrasada, las drogas sintéticas toman el centro de la escena. La nueva moda del LSD y el fantasma del "gato por liebre" en las discotecas

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 Ministerio de Seguridad de la Nación 162
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Quizás sin saberlo, Sergio Berni tuvo entre sus manos al futuro del negocio de las drogas. En la mañana del martes 17 en una casa en la zona de Olivos, el secretario de Seguridad se puso al frente del operativo que desbarató una banda de disc jockeys dedicada al comercio de éxtasis. La "banda de Breaking Bad", la bautizó los medios y la Policía Federal, gracias a que uno de los detenidos, de nombre Alan G., tenía puesta una remera con la cara del químico Walter White, protagonista de la serie.

En el operativo, conducido por el comisario Néstor Roncaglia a cargo de la división de Drogas Peligrosas, la Policía Federal exhibió en una larga mesa la vereda lo incautado: dólares, armas de fuego, balanzas digitales, cerca de dos mil pastillas. Hubo algo que llamó la atención de Berni, una piedra similar a la mica, como hecha de capas, con diversos tonos de gris, de aspecto mineral y quebradizo, en una bolsa tipo ziploc. Berni la alzó a contraluz y la miró sorprendido: eran 200 gramos de MDMA puro, el principio activo del éxtasis, la droga en sí. Fuentes de los organismos de seguridad confiaron a Infobae que el material había llegado "disimulado por correo desde China".

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En la mañana de hoy, el caso adquirió ribetes más oscuros. Trascendió que en el marco de la causa fue detenido Sergio Gustavo González, uno de los "horneros" condenados por el crimen del fotógrafo José Luis Cabezas. González, a pesar de tener cadena perpetua, estaba en libertad condicional y fue remitido a la cárcel de Dolores para que siga su condena.

Un detenido en Olivos fue hallado con una identidad falsa y ya tenía un pedido de captura internacional por tráfico de drogas. Sin embargo, y a pesar sospechosos de este calibre, el negocio de las pastillas era algo muy simple. Alan G. y sus co-sospechosos no eran ningunos químicos, ningunos fabricantes de sustancias sintéticas de alto poder. Se dedicaban a algo, en la práctica, muy sencillo: moler, mezclar y comprimir. La banda en Olivos no hacía más que volverla polvo en un mortero de madera, mezclarla con pastillas de ibuprofeno molido a modo de excipiente y así formar las pastillas de éxtasis. No eran un laboratorio con precisión matemática, no lo hacían a ciencia cierta: las pastillas podían tener una cantidad indeterminada de droga -a veces menor, a veces mayor- un riesgo potencialmente fatal para el usuario. Y el potencial margen de ganancia no tenía límites.

Los DJs, según fuentes policiales, vendían su material en fiestas y el precio era fluctuante; dependía del perfil de la fiesta y del bolsillo del comprador. Una pastilla podía salir entre 200 y 500 pesos. La banda cayó con cerca de dos mil pastillas. Pero en su poder había material para fabricar, según cálculos de la PFA, otras 20 mil. Bajo estos números –y con una simple roca de droga que llegó de China, y un montón de analgésicos de venta libre pisados en un mortero- la venta de éxtasis se convertía en una máquina de imprimir billetes. Para que esos billetes entren, el gusto popular solo tiene que cambiar un poco más.

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Hace poco más de un año y medio, tras el final de la serie, Berni jamás había visto "Breaking Bad". En sus cálculos privados, no creía que las drogas sintéticas de la disco pudiesen llegar a los barrios. Quizás, pensar eso sea prematuro. Todavía es la era de capos narco como el peruano Marco Estrada González, la era de la cocaína, la marihuana y la pasta base. Pero en los números y en la calle, los tiempos de la droga están cambiando.

Un informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes, dependiente de la ONU -organismo que Berni visitó este mes en Viena- que publicó Clarín indicó un "consumo considerable" de éxtasis en la región y una incautación record de LSD en el último tiempo. Entonces, ¿por qué crecen las drogas de diseño en el mapa? No hace falta ser Escobar Gaviria para hacerse rico con ellas. No hacen falta plantaciones de coca ni soldados narco. Solo un poco de voluntad, y una piedra gris que venga de China.

Mónica Cuñarro, fiscal general, profesora de derecho penal en la UBA y una de las mayores expertas en lucha contra el narcotráfico del país, explica: "Las drogas de diseño son la consecuencia de los cambios económicos, pues no requieren de tiempo de plantación, cosecha, intermediarios, grandes lazos para su distribución, ya que se necesita solo un pequeño lugar en el cual hacerlas. Es decir, su existencia y expansión se debe a que por el producto se necesita menos inversión y se gana más".

Hoy, el éxtasis va a juicio oral. El fiscal federal Federico Delgado elevó una causa que comenzó a investigar junto a su equipo en 2013, y en la que intervino la Policía Metropolitana, con intervención de celulares y otras tareas realizadas por la división Cibercrímen. En ella, se le atribuye a una banda que combinaba a cuatro ciudadanos dominicanos y dos argentinos la comercialización de estupefacientes, con 3914 pastillas de éxtasis en su poder, que fueron halladas prolijamente empacadas en bolsas de cien, en el allanamiento del domicilio de dos de los dominicanos.

Hay otra cuestión en Buenos Aires, más ajustada a la realidad del mercado de drogas mundial: el éxtasis genuino, derivado del safrol, un compuesto vegetal de origen asiático que es el principal ingrediente para sintetizarlo, amenaza con volverse un bien escaso. La metilona, una sustancia inferior, derivada de la metanfetamina, apareció en escena en los operativos de la Federal a fines del 2013. "Es una estafa, el 'gato por liebre' del éxtasis", indica una alta fuente en la fuerza. El éxtasis causa euforia, líbido, una sensación placentera de bienestar. Pero la metilona es algo un tanto más oscuro.

El "Operativo Sasafrás" capturó a una banda que adulteraba éxtasis con metilona, con un estudiante de medicina entre sus filas. La banda experimentaba con diferentes dosis, diferentes intensidades de la sustancia en sus pastillas. Sus propios dealers, jóvenes que ofrecían las pastillas en la noche porteña, eran sus cobayos de prueba, con efectos secundarios como ataques de paranoia, arritmia y noches sin dormir. Ese mismo año, la división Drogas Peligrosas irrumpió en el vetusto monoambiente en el Microcentro de un español, Francisco Ribas Rocher, de 44 años. Tenía una máquina para armar pastillas y metilona suficiente para fabricar unas cien mil. La droga, según fuentes de la fuerza, llegaba por correo internacional. Sin soldados narco, sin capos peruanos o colombianos: un montón de polvo disimulado en un libro. Hoy, a dos años de estos procedimientos, la metilona no se encuentra en el decreto que enumera las sustancias prohibidas en la Argentina.

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El LSD, administrado en pequeños cartones con una gota de la droga, se convirtió en una sustancia altamente difundida en la noche. Dejó los clichés de las alucinaciones de la era hippie para convertirse en un condimento de salidas nocturnas; suele combinarse con marihuana para lograr una sensación de elevación, placer y bienestar. Es algo mucho más difundido de lo que parece. Este último verano en Barra de Valizas, el balneario uruguayo, una chica argentina fue furor en el camping que ocupaba: había llegado con un pequeño montoncito de cartones de LSD disimulados en su equipaje, que vendió a 500 pesos uruguayos cada uno. No es una droga difícil de traficar: dada su dimensión y formato, puede ir fácilmente disimulada. "Viene al país desde Alemania, por vía de Chile", dice una voz en las fuerzas de seguridad. Y la cantidad fue notoria este verano en la Costa atlántica. En el marco del Operativo Sol, la Policía Bonaerense incautó en Pinamar 60 mil microdósis de LSD en más de 15 mil troqueles y 400 gramos de cocaína, un botín valuado en 4 millones de pesos en una cantidad insólita. No es un dato menor: el informe de la Junta Fiscalizadora de la ONU determinó que la Argentina es el país en donde más ácido lisérgico se secuestra en América Latina.

Así, un nuevo estilo de narcóticos implica un nuevo estilo de consumidor. Drogarse es un hecho cultural. Y para la generación que creció en la noche porteña luego del 2000, la cultura de las drogas químicas es una realidad. Lejos del estereotipo del consumidor lumpen, los usuarios del foro Argenpills, online desde hace poco menos que una década, son consumidores de drogas casi gourmet: en la web, prueban nuevas pastillas y cartones para luego escribir reseñas detalladas y hasta administran tests de reactivos a la sustancias que compran en la calle para controlar su calidad, tal como los que usan los peritos policiales. La expresión "gato por liebre" es común. El nuevo usuario de químicos quiere saber qué está consumiendo. Hay una sección particular en el sitio, "reviews de cartones", que es paradigmática. Allí, hay una sustancia que se repite en las reseñas del último año: el 25I-NBOMe, una droga psicodélica similar al LSD, descubierta por un químico alemán en Berlín en 2003, con un efecto más agresivo y físico que el del ácido lisérgico. Los usuarios suelen comprar cartones creyendo que es LSD genuino. En muchos casos, una nueva droga desconocida para la ley argentina va a parar bajo su lengua.