Qué dejó la última apertura de sesiones ordinarias de Cristina Kirchner

"Yo no dejo un país cómodo para los dirigentes. Dejo un país cómodo para la gente". Pétalos de rosas rojas y blancas caían desde los balcones del recinto. Todo el oficialismo de pie, aplaudiendo con furia. La presidente de la Nación, Cristina Kirchner, dio un nuevo discurso en la Asamblea Legislativa. El último

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 EFE 162
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Tres horas, cuarenta minutos. La exposición más larga desde que asumió el Poder Ejecutivo, superando la alocución que dio en 2013 en poco más de ocho minutos. No fue un discurso de despedida y estas estadísticas no son antojadizas. Los 240 minutos que utilizó Cristina se transformaron en el mejor ejemplo de lo que vendrá durante los próximos meses, como previa al final de su mandato. La batalla verbal permanente. Un Gobierno que responde y de la manera más fuerte.


La lluvia no frenó el fervor de las más de 40 mil personas que se acercaron hasta la Plaza Congreso para acompañar a la Presidenta y sus ministros. Choripanes. Merchandising. Banderas. Canciones y pasión kirchnerista. Todos mojados. No importó. El Gobierno Nacional dirá que llegaron hasta Rivadavia y Entre Ríos más de 200 mil personas y la pelea de cifras no cederá. Estuvieron todos los ministros. Gobernadores oficialistas. Artistas K, dirigentes sociales, gremialistas y embajadores. Nadie quiso perderse la cita. Ni opositores, ni kirchneristas. Fue la diputada nacional, Elisa "Lilita" Carrió la que anticipó su faltazo porque no "quería que la maten" y porque durante el discurso se iba a ejecutar un "autogolpe". Durante toda la mañana, esas palabras fueron motivo de burla por parte de funcionarios nacionales que no se olvidaron de esa particular referencia.


"Cristina dejará de ser la Presidente pero seguirá siendo la jefa", afirmó el titular de la AFSCA, Martín Sabbatella, mientras el resto de sus colegas de la comitiva respondían al pedido de "selfies" de los militantes. Las redes sociales también fueron protagonistas de la mañana. Más de 100 mil tweets se ejecutaron en Twitter bajo la consigna #CFKApertura2015. Desde el palco de prensa se podía ver a gran parte del arco político, concentrados en celulares, tabletas y notebooks siguiendo de cerca cada uno de los comentarios que se generaban en internet con respuestas en tiempo real. Se dieron detalles únicos, de una de las aperturas legislativas con mayor tensión política de los últimos años. El presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lorenzetti, sacó un anotador y marcó las cifras que más le interesaron. Incluso la referencia al ya célebre "partido judicial". A pocos metros, la titular del Ministerio Público, Alejandra Gils Carbó. Mustia, seria, sin gestos, la procuradora se sentó a un costado del recinto, rodeada de gobernadores, entre ellos, Scioli y el gobernador de Entre Ríos, Sergio Urribarri. La diputada nacional, Patricia Bullrich, gritó cuando sentía que los datos que brindaba la Presidenta eran falsos. El senador nacional, Gerardo Morales, en sintonía, exigiendo lo mismo. Incluso las respuestas de la oposición fueron contundentes cuando Cristina, molesta, exigió que se bajen los carteles que algunos legisladores habían colocado en sus bancas, reclamando Justicia por el atentado a la AMIA.


No hubo un hilo conductor en el discurso. Se notó esa desorganización en su oratoria, algo que no suele suceder. La Presidenta, fue y volvió, solo apoyada por datos en apuntes que desparramó a lo largo del principal estrado del Congreso de la Nación. Muchos mensajes políticos. El único que acompañó a Cristina en su ingreso al recinto fue el reciente designado secretario General de la Presidencia, Eduardo "Wado" De Pedro. También la acompañó en la salida. Mostrando que es, en la actualidad, uno de los miembros del Gabinete más influyentes y en uno de los que se depositará el futuro del kirchnerismo ¿Será esta la antesala a una posibilidad de compañero de fórmula del gobernador bonaerense y candidato presidencial, Daniel Scioli? Casualidad o no, el ex motonauta fue uno de lo pocos miembros del espacio K que no se paró durante los aplausos finales. La situación entre él y el Ejecutivo es tensa e incómoda. Durante el discurso, Cristina destacó a su principal candidato interno, el ministro de Transporte, Florencio Randazzo y le dio espacio al titular de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, posible candidato a gobernador. La relación con Domínguez, fue divertida durante todo el discurso. Mientras pretendía acomodarle los papeles, Cristina lo retó una y otra vez.


El recinto se mostró reluciente, un código civil en cada banca y espacio para todos. Fue Giselle, la hermana de la Presidente, la que se encargó de ordenar el palco oficial de invitados especiales, minutos antes de la llegada de Cristina. Fue la primera vez en ocho años que se la vio en un rol activo que tenga que ver con algo de la gestión de su hermana. Todos de traje, algunos, los menos, sin corbata.


Algunos se durmieron. Otros nunca dejaron de aplaudir. Cuando se trató el momento Malvinas, fue uno de los pocos temas en los que todo el arco político coincidió en aplausos. Cristina volvió a hacer referencia a Mauricio Macri, manteniendo la estrategia electoral que se viene llevando adelante desde el último año: identificar al jefe de Gobierno porteño como el único contrincante que tiene el kirchnerismo. La referencia le arrancó sonrisas al diputado nacional del PRO, Federico Pinedo, que hasta se animó a hacer la V de la victoria peronista. Los tiempos van cambiando.


Cristina tuvo momentos de tono monocorde, de tensión, de enojo y de simpatía. Tocó todos los temas. Fue una Cristina auténtica. Arrancó al mediodía haciendo referencia a un tuit, terminó a la tarde con críticas a la oposición. Caminó por el pasillo principal sin dejar de saludar. Sonriente. Junto con ella, Julián Domínguez; Wado; y el ex gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, a cargo de Senado, mientras Amado Boudou representa al país en Uruguay. Atrás, sus ministros.


Pasó el primero de marzo. Se terminan los últimos cuatro años de la gestión Cristina, con un Gobierno que no quiere perder la iniciativa política. Lo que viene es incógnita, el presente es claro: una CFK más vigente que nunca.