"Los programadores son los verdaderos escritores del siglo XXI"

El escritor Nicolás Mavrakis habló con Infobae sobre su última novela "El recurso humano", en la que aborda con ingenio los efectos de la tecnología y la sociedad de consumo en los individuos

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Nunca como en el último año las librerías se poblaron de cerebros que miran a los lectores desde las tapas de los libros. Nadie sabe en qué momento los neurocientíficos se convirtieron en celebridades que pueden cenar con Mirtha Legrand, agotar entradas en un teatro o sacarse selfies con adolescentes por las calles de Palermo.

En medio de estos inesperados best seller, un lector atento podrá encontrar que la ficción argentina contemporánea también puede hablar de las neurociencias. Pero no sólo de ellas.

"La gran falla cultural de nuestra era es que nuestros cuerpos se degradan y mueren y no hay nada, absolutamente nada, que podamos hacer para evitarlo", escribe Nicolás Mavrakis en su primera novela "El recurso humano" (Milena Caserola). Tal vez en esas líneas haya algo de la provocación intelectual que el autor propone. Desde ese tono y con muchas más preguntas que certezas interpela al lector para llevarlo a reflexionar sobre la libertad, la autonomía, la industria detrás de la web y los mecanismos que se utilizan para intentar prever consumos, gustos y, sobre todo, deseos.

En un texto que combina diferentes registros, Mavrakis pregunta: "¿Es el deseo realmente una fuerza incontrolable? ¿Cómo aferrarse a lo que siempre fue imaginario? ¿Pueden inducirse las rutinas? ¿Pueden construirse bajo demanda los disparadores? ¿Qué valor tienen los ojos de una mujer capaces de transportarse donde nada conserva su sentido?". Son algunos de los interrogantes que el autor deja caer a lo largo de la novela que narra la historia de un programador de sistemas que trabaja en detectar hábitos de consumo y para quién todo con lo que se cruza entra en un cuadro de cálculo. "vivo inmerso en un lenguaje que le da forma y sentido a un universo perfecto", escribe en su diario íntimo el protagonista de "El recurso humano".

Es una estructura que es binaria para hacer un homenaje o referencia al código binario que es el código de programación que usa el protagonista programador. Por un lado, está la idea que con dos elementos se puede construir todo un lenguaje que es más o menos como funciona el código de la programación y, por otra parte, para diferenciar la parte que tiene que ver con la vida íntima y privada del personaje y su investigación respecto a internet y el mercado y lo que lo trasciende a él como persona: su mente. Me parece que era más divertido hacerlo diferenciado para que se notara más el contraste de la comodidad en la que se manejaba en un ámbito y la incomodidad en el otro.

Claro. Es un programador pare el cual se puede programar a través del cálculo, que es el lenguaje del pensamiento matemático con el cual se consolidan las estructuras de programas, pero a la vez quiere trasladar esa gramática de los números a la gramática amorosa, erótica, privada.

Quiere cuantificarlo, calcularlo y llegar a resultados previsibles exactos y que se pueden diagramar, pero no lo logra jamás y ahí hay un lado cómico. Por un lado, que es el fracaso en ese intento constante y también el contraste en cuánto a lo que es legítimamente humano y lo que no. Lo que se pretende hacer pasar como humano, que es toda la cuestión que tiene que ver con la neurociencia y los pensamientos, la memoria y los recuerdos. De ahí el título "El recurso humano", esa frase que indica ese lugar que cuándo uno entra a trabajar es el primer lugar al que va, la primera oficina y la última oficina cuándo se va. Ahí se habla del recurso humano como si fuese una variable más, cuantificable y trasladable a una serie de problemas más materiales. La palabra humano le da una ambigüedad a eso, hay algo de lo humano que no sería humano si pudiera ser perfectamente cuantificable.

La idea es que para el mercado, y uno esto lo experimenta como consumidor y como trabajador, somos una variable, somos un número que se representa en cantidad de consumidores o cantidad de salario. El marketing se dedica a tratar de especificar, en una época en donde los consumos se van haciendo cada vez más atomizados, cómo funcionan. ¿Cómo funciona lo que queremos consumir? Y la web es un gran espejo de eso: uno se pone a revisar su correo, hace una búsqueda en Google y descubre que a las horas o a los minutos de haberla hecho empieza a descubrir sugerencias parecidas, ahí se da cuenta de la manera más explícita posible hasta qué punto uno es un número y el otro está ahí esperando para operar con ese número, tratar de satisfacerlo. Es una dinámica en donde la pregunta del libro es: ¿si el mercado puede leerme a mí como número y satisfacer una demanda específica, hasta qué punto puedo liberarme de ese mundo dominado por la preponderancia de lo numérico? ¿Dónde puedo escapar de la previsión y tener un momento de libertad?

Lo que cuento un poco en la novela son datos reales acerca de cómo se puede a partir de ciertas variables medibles en cualquier supermercado lograr anticipar cuál va a ser mi propia conducta. Eso se puede llevar al mercado pero también se puede llevar a un montón de cuestiones más, sociales, culturales, políticas. Ese es el gran punto: si hay todo un sistema funcionando alrededor de mis deseos, entonces lo que yo obtengo siempre es el espejo idéntico de lo que quiero, me dan lo que quiero. Si en un momento quiero cambiar, si se me ocurre ser original conmigo mismo y tener un momento de improvisación, ¿cómo responde esa industria y su inteligencia detrás? Ese es el paso en falso que le ocurre al personaje cuando pretende llevar una vida amorosa previsible y ordenada.

Eso es lo que el personaje descubre, esa es su novedad y aquello que altera por completo su forma de entender el mundo.

Porque me parece que son los verdaderos escritores del siglo XXI: uno se levanta y lo primero que ve es la pantalla de su celular, durante el día trabaja y ve la pantalla de su computadora y lo último que ve antes de dormir es otra vez el celular. Uno está permanentemente interactuando con lo que estos programadores escriben. Tal vez son los escritores que tienen más millones de lectores posibles, probablemente sean los que hagan los mejores negocios respecto a lo que escriben y, sin embargo, pertenecen a lo opuesto de la cultura humanística que es la cultura científica, por tanto, no sienten ni la obligación ni el deber de dar una explicación a lo que hacen. La gente que se dedica a producir inteligencia artificial, los científicos, no necesitan explicar por qué hacen lo que hacen, la ciencia se presenta como "esto es así y ustedes lo usan".

Escribe un diario íntimo que es una especie más de recordar lo que le pasó que de no olvidarlo, que es una diferencia sutil pero su problema es que algo le pasa a su memoria, por lo cual necesita desesperadamente registrarla de la forma más primitiva que es escribiendo un diario, de la forma más sentimental incluso, con el colorido que en una época en donde lo que impera es la memoria, (uno produce datos que se almacenan en una enorme memoria digital) y él se da cuenta que la está perdiendo y tiene que volcarse a escribirlo y no es algo que le resulte ni grato ni fácil.

Lo quería llevar a algo más específico que es la neurociencia en la novela, eso permite que todo lo que tenga carga de ensayo pueda disuadirse con la ficción. Es verdad que es una disciplina que se está usando mucho y que está de moda, está lleno de libros con cerebros en la tapa. Lo que están tratando de investigar ya no es de que manera el cuerpo humano o la mente a través de los reflejos que después se transforma en un movimiento, responde a un estímulo externo, sino cuáles son los estímulos internos que provocan una respuesta. Ya no a un grado de ratones a los que se les indica un camino, sino a un grado atómico molecular muy preciso y en el cual pueden analizarse en detalle qué es lo que motiva un sentimiento, una emoción o un recuerdo. Eso es una disciplina real que se aplica a la medicina pero también al mercado y es interesante que es lo que pasaría si científicamente yo pudiera saber como se producen las respuestas cerebrales porque el paso siguiente inevitable es como condicionarlas. Llevar a que alguien piense lo que espero que piense o que se comporte como espero que se comporte.

Es un estímulo provocado cuya respuesta estamos yendo a satisfacer. No lo sé, las neurociencias en el libro terminan siendo un accesorio útil para un argumento. Sí me interesa más la idea de que este elemento neurociencias, en sus distintas variables, pudiera pensarse a través de algo tan cotidiano como es internet. Cualquier persona occidental contemporánea pasa la mayor parte del tiempo ahí, está conectada. Me interesaba poder contar esa relación, no desde una cosa utilitaria en el sentido de contar novelas que son sobre internet porque usan Facebook que es como decir que las novelas del siglo XIX son sobre caballos porque hay tracción a sangre o que las del XX son sobre la luz porque encienden lamparitas, esa asimilación costumbrista medio boba, me parecía muy obtusa. Sí me interesaba ver como está en el libro de Sebastián Robles, "La ciudad invisible", como la web altera y modifica y se transforma en una forma más, casi fundacional, de la forma que se imagina, se piensa, se relaciona o se produce.

Sí, la idea era poder contar un poco más allá de la mera aparición de redes sociales en un libro. Es una cuestión que me interesa en particular, sobre la cual escribo periodismo, cuentos o algún ensayo, porque veo que es el lugar en donde todos estamos y que no se puede ceder. Me resultaba muy raro a la hora de ponerme a escribir no poder abordar eso, era una ausencia de representación literaria, más allá de la mera presencia de una computadora en un cuento o que los personajes tengan Facebook. Superado el momento de la novedad de lo digital como puro acontecimiento que se suma a la vida cotidiana, era interesante contar que hay más allá, que es lo que no puedo ver sólo porque sea usuario de tales redes sociales, sólo porque use tales programas o porque descargue tales cosas. Hay una industria atrás, hay conocimiento atrás y uno a veces sin saberlo, con mayor o menor conciencia, forma parte de ese circuito, uno aporta sus datos y los datos vuelven.

No fue premeditado, yo tenía una idea inicial que era contar cómo funcionaba la producción de información para el mercado de internet, después la novela como género le termina ganando al ensayo porque es verdad que hay cuestiones ensayísticas y hay información que es real pero también hay un montón de información que es ficticia o que en todo caso es real con los decibeles subidos a un punto en el cual ya la bibliografía real hasta el día de hoy no da a abasto, no lo logra, es imaginación. Me parece que la imaginación termina venciendo y por eso es una novela y no es un ensayo. A partir de esa idea inicial me parecía darle la voz a un programador que son las personas que escriben lo que usamos todos los días pero cuya voz no se conoce, sobre todo porque no les interesa darla, no veo que sientan que tienen que explicar porque hacen lo que hacen.