Una conversación honesta y necesaria sobre la década del 70

En "El diálogo", primero una película y ahora un inminente libro, Graciela Fernández Meijide y el recientemente fallecido Héctor Leis discuten sobre la violencia política en Argentina y cuestionan la glorificación de la "juventud maravillosa". Infobae publica en exclusiva un adelanto

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Héctor Leis: Yo tenía doce años cuando cayó Perón. Como dije, mis padres me ocultaron los bombardeos en la Plaza de Mayo. Es interesante preguntarse cómo percibía un chico como yo en ese momento un hecho bárbaro como los bombardeos, la quema de las iglesias y la metralla sobre la gente. Creo que hay cosas que superan la conciencia de un niño y lleva un tiempo procesarlas. Fue un hecho muy traumático porque fue mucho más que un golpe militar, fue un ejemplo de guerra civil. En un período muy corto, unos pocos años, hubo sublevaciones antiperonistas y luego peronistas, bombardeos y fusilamientos como los de José León Suárez en 19562. Fue un tiempo sin ley. Se aplicó, en todo caso, una suerte de ley de la guerra, por la cual se puede matar al otro sin consecuencias.

Graciela Fernández Meijide: Yo era antiperonista. No era antiperonista rabiosa pero venía de una familia que no era peronista. Y una mañana muy temprano nos enteramos por la radio de los fusilamientos en la Penitenciaría de la calle Las Heras y me puse a llorar. Estaba recién casada y le decía a Enrique, mi marido: "Estoy en un mal lugar. Porque los que fusilan no pueden estar en el buen lugar". Era una cosa muy elemental la mía. Una especie de estado de shock por haber estado más del lado de los asesinos que del lado en el que hubiera correspondido estar. Los fusilamientos me parecieron brutales y cobardes.

GFM: Hace poco, en una reunión se les preguntaba a distintos políticos cuál era el libro que más los había impresionado y cómo lo conectaban con el presente. Y fue Ricardo Gil Lavedra el que trajo el libro de Esteban Echeverría, El matadero. Yo creo que allí, en el pico del romanticismo literario argentino, en el realismo de la descripciones, está el origen de nuestra violencia. Con esos hombres que matan animales para quitarles las vísceras. Es el tiempo de la Mazorca, un mundo dividido entre quienes simpatizaban con Juan Manuel de Rosas y sus opositores unitarios. En ese momento en que un hombre con la barba con forma de letra U pasa junto a un grupo que lo provoca. Hasta que lo detienen, lo desnudan, lo humillan.

GFM: Es una imagen muy fuerte del comienzo de nuestra literatura: la tendencia a ganar. No importa

cómo, pero hay que ganar. En la discusión no se discute, hay que ganar. En la política, aunque no se mate físicamente, se dice, a tal "lo mataron políticamente".

PA: Pero no siempre pensaste así...

atrapado por una facilidad romántica. Creo que la Revolución Cubana fue un hecho que tiene un relato romántico...

GFM: Era algo muy atrapante...

HL: Exactamente. Muy atrapante. Yo leía a los románticos alemanes. Estaba Julio Cortázar que en su cuento "Reunión" coloca al Che Guevara después del desembarco del Granma recordando una música de Mozart. Todo eso junto me dio vuelta la cabeza. Eran los sueños de la Revolución, la música clásica, la belleza del coraje y de las ideas buenas. Ésa fue la primera conversión importante en la cual entró mucha gente de mi generación.

GFM: Sobre todo los universitarios.

GFM: Aquí se ve el aspecto romántico de manera muy fuerte. Pero también descubrí, siguiendo todo el

desarrollo de los hechos, un aspecto cuasi religioso y sacrificial. De hecho, discutí mucho conmigo misma si se trataba de drama o de tragedia. Y, para mí, terminó siendo tragedia. Cargada con esa cosa religiosa que impedía parar. Y esto va más allá de las conducciones de las organizaciones revolucionarias. Pienso en aquellos que van a Monte Chingolo a finales de 19756 aun a sabiendas de que la operación estaba cantada. Y van a la muerte. Está el aspecto romántico, pero también el religioso. De hecho, no se debe despreciar el hecho de que muchos de esos jóvenes de clase media y media alta provenían de familias católicas. Hay que sumar el surgimiento de la Teología de la Liberación. Antes de ese momento, en los 60, existían los curas obreros. Pero con la llegada de los que abrazan la Teología de la Liberación, la cosa cambia. Ellos se dirigen a los jóvenes estudiantes de las escuelas religiosas y les dicen: "Ustedes tienen que hacerse responsables de esta injusticia que es la pobreza". Y esto los vuelca al peronismo. Hay, al mismo tiempo, una impronta violenta muy fuerte, un gran desprecio a la muerte con mucho de lucha generacional.

HL: Estoy totalmente de acuerdo. Hay tres factores en juego, de los cuales dos se consideraban a sí mismos como defensores de la democracia: la izquierda revolucionaria y los militares. Se decían defensores pero siempre jodieron a la democracia. Y había un tercer factor, que eran los sindicalistas peronistas, que eran más honestos que los otros ya que no decían defender a la democracia. De los tres sólo dos podían gobernar, los militares y los peronistas. La izquierda quedó afuera hasta la llegada de Kirchner, que unió a la izquierda de los 60 con el peronismo. No alcanza para una conversión pero no deja de ser una confluencia que reunió lo peor de los dos con un objetivo que tampoco es claro. No se sabe si es democrático, revolucionario o dictatorial.

GFM: Nuestra experiencia histórica es que cada vez que tenemos este tipo de confrontación, como es lógico, el país se va parando. Va parando, pero en realidad, va retrocediendo, porque arrancar después es mucho más difícil. Es vivir en fuga hacia adelante. Pero en realidad, vas retrocediendo.