El último adiós a Nisman: entre el dolor íntimo de sus allegados y el grito público para exigir justicia

El cortejo fúnebre fue acompañado por numerosas personas que clamaron por la resolución de las circunstancias de la muerte del fiscal de la causa AMIA. Hubo una ceremonia religiosa para los más cercanos. Crónica del entierro

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 Adrián Escandar 162
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Al igual que sus últimos días de trabajo, la despedida final de los restos de Alberto Nisman estuvo cargada de agitación y nerviosismo. Cerca de las 8:30 de este jueves, comenzaron a llegar los primeros interesados al Cementerio Israelita de La Tablada. La espera iba a extenderse hasta las 9:45, cuando partió rodeado de centenares de personas el cortejo fúnebre de la sala velatoria del barrio porteño de Núñez.

En el ínterin, reinó el desconcierto y la reserva. Se desconocía por dónde pasarían los deudos del fiscal federal y los vehículos de la cochería. Camarógrafos y reporteros gráficos se apostaron a la entrada principal del predio, para luego tener que levantar el instrumental de trabajo y movilizarse a otro de los accesos laterales, hacia la calle Morlote. Por esa vía finalmente ingresaría el cuerpo del fiscal federal.

Desde la salida de Núñez, un fuerte operativo comandado por personal de la Policía Federal acompañó a los amigos y familiares hasta el cementerio de La Tablada. A lo largo de los primeros metros del traslado, se hicieron presentes los reclamos de justicia por parte de los vecinos que se acercaron al lugar, al grito de "¡Argentina!, ¡Argentina!". En La Matanza, aguardaba otro enorme dispositivo de seguridad. Con cortes de las calles aledañas, alrededor de 400 efectivos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires impidieron que personas no invitadas al entierro pudieran siquiera acercarse. Fuentes policiales aseguraron que el procedimiento fue a pedido de la familia y costeado por la administración pública local y nacional. Todo estaba dispuesto para preservar la intimidad de la ceremonia.

Pocas fueron las caras conocidas que participaron del entierro. Una de ellas fue la diputada de Unión por Todos Patricia Bullrich, quien llegó a la inhumación cerca de las 10. La legisladora tuvo un estrecho contacto con el fiscal especial de la causa AMIA en los últimos días antes de la muerte, y fue una de las voces que acompañaron su denuncia contra Cristina Kirchner por el supuesto plan de encubrimiento de los iraníes acusados por el atentado. "Venir al entierro del fiscal Alberto Nisman es como enterrar un pedazo de la República. Es un día triste, en el que todos los argentinos tenemos que reflexionar. Lo que ha pasado es muy grave", afirmó la diputada macrista a la prensa. En su declaración de esta semana ante la fiscal Viviana Fein, Bullrich aseguró que Nisman le dijo que "estaba amenazado" porque un agente de inteligencia lo traicionó y le remitió información privada a un imputado iraní.

Además de sus hijas, Kala y Lara, y su ex esposa, la jueza Sandra Arroyo Salgado, formaron parte de la ceremonia religiosa el rabino Marcelo Polakoff –quien la presidió–, el filósofo Santiago Kovadloff, el vicepresidente de la DAIA, Waldo Wolff, y el titular de la Asociación de Fiscales y Funcionarios, Carlos Donoso Castex. También asistieron la diputada Elisa Carrió y los ministros porteños Guillermo Montenegro (Seguridad) y Hernán Lombardi (Cultura), entre otras figuras de renombre del poder, del ámbito judicial y de la colectividad judía.

La ex mujer de Nisman fue una de las notas altas de la despedida privada, cuando pronunció un sentido discurso en el que dejó en evidencia sus críticas y sospechas. "Yo sé que este final no fue una decisión tuya. Fue decisión de otras personas, pero vamos a llegar a la verdad", aseguró. Hasta ahora, no existe certeza alguna sobre lo que ocurrió el domingo pasado en aquel departamento del edificio Le Parc, en Puerto Madero.

Antes del inicio de la ceremonia, el delicado equilibrio entre el luto privado familiar y la relevancia pública y política de un fiscal de la Nación que murió en circunstancias dudosas ya se había quebrado. Desde las diez y media de la mañana, un grupo nutrido de vecinos y gente que recorrió kilómetros desde la Ciudad de Buenos Aires se juntaron en la intersección donde se concentraba el operativo policial, en Morlote y Montenegro, a dos cuadras de la entrada del cementerio. Envueltos en banderas argentinas y manipulando afiches improvisados, los adherentes del fiscal, reconvertidos en manifestantes, esgrimieron desde el clásico "Yo soy/Todos somos Nisman" a "Basta de corrupción", "La verdad no mata", y "Destitución de Gils Carbó".

El clímax de la concentración tuvo lugar cuando, a las once y media, las aproximadamente 200 personas –en su mayoría, de la tercera edad– vieron la aparición del cortejo fúnebre. En ese momento, los aplausos estallaron y se escucharon los insultos y gritos más enardecidos: "¡Justicia", "¡Nisman presente", "¡Clarín!, ¡Clarín! y "¡Asesinos!", en clara alusión al gobierno de Cristina Kirchner. Al igual que expresó la mandataria en su segunda carta sobre el caso Nisman, "no tienen pruebas, pero no tienen dudas" de que al funcionario judicial lo mataron. Para ellos, sin embargo, no fue una maniobra destituyente la que perpetró la muerte: la Casa Rosada sería la mano homicida.

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