"Me anotaron como nacida en 1961, pero nací en 1963"

Graciela Palma busca su identidad. No fue adoptada legalmente sino anotada como hija propia. "La primera vez que pude reconocerme en alguien fue cuando nació mi hija", dijo

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"Sólo sé que nací en La Plata, pero ni siquiera fue en el año en que me anotaron. El Estado me desprotegió de bebé, permitió que pasara de mano en mano como un objeto y puso sus sellos oficiales en una partida de nacimiento con datos falsos. Busco mi verdadera identidad biológica y me cierran todas las puertas". Así empezó a contar su historia Graciela Palma. A los 16 años supo que no era hija de quiénes la habían anotado como propia y a los 40 años supo que su madre biológica era polaca. La búsqueda de su verdad y el interés por averiguar su origen biológico es el estandarte de una lucha que libra a diario.

Su voz suena tan franca como esperanzada: es que Graciela Palma hizo de su búsqueda una causa y logró que muchas personas, 3 millones de entre 16 y 82 años que dudaban sobre su identidad, buscaran ayuda. No en las instituciones, porque no las hay, sino a través personas que, como ella, lo único que quieren es deshilvanar la madeja que los lleve a su origen.

La intuición siempre le dijo que no era hija de quienes la criaron, pese a ello nunca tuvo conflictos que la hicieran alejarse de su hogar (según datos de la ONG Missing Children, el 38% de los jóvenes que se van de sus hogares lo hacen por crisis de identidad) pero la falta de concentración en la escuela y ciertos malestares físicos derivaron en un tratamiento psiquiátrico que la llevó de las sombras de la incertidumbre a los atisbos de una verdad, dolorosa, pero suya al fin. Esto es lo que contó a Infobae:


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Desde que tengo uso de razón recuerdo dolores de cabeza que duraban todo el día, en la escuela no socializaba, tenía problemas para la atención y me costaba aprender. Al tener todos los estudios clínicos normales, los médicos me derivaron al psicólogo. Cuando tenía 16 años, se hizo una reunión familiar -psiquiatras mediante- y allí me confirmaron que no era hija de quienes me habían criado. Mi papá me dijo, entonces, que mi mamá biológica era una prostituta y que me iba a tirar (sic).

Pese a todo, saber esa primera parte de la verdad me ayudó y empezó a irme bien en la escuela. Luego comencé a estudiar ruso, sentía mucha afinidad con todo lo relacionado a esa cultura.

Me costó mucho llegar a la charla con mi madre de crianza para saber qué fue lo que pasó, hasta que un día pudimos hablar: me contó que ella no podía quedar embarazada y que mi padre de crianza le consiguió el número de teléfono de un hombre y le dijo que se encargara. Ella llamó a ese contacto, una persona de modales violentos que le habló de una mujer apodada "la Polaquita" que estaba embarazada. En otro llamado logró hablar con mi madre biológica. Según me dijo, ella estaba llorando y le contó que la quisieron obligar a hacerse un aborto, pero que se había negado. Mi mamá biológica - "la Polaquita"- quería asegurarse de que yo estaría bien. Sólo supe que todo fue en La Plata, pero cada nuevo detalle me ayudaba a armar el rompecabezas.

Cuatro meses después de ese primer llamado hubo otro, en el que le avisaron que yo estaba por nacer. Me contó que fueron a buscarme a La Plata y que en ese lugar donde nací había una partera que le señaló a la parturienta. Dijo que la vio de lejos, pero que distinguió que tenía la nariz grande. Me di cuenta que era por eso que cuando era chiquita me ponían broches en la nariz, para que no me creciera.

Aún no se si nací en la casa de la partera o en un hospital. Supe que mis padres de crianza presenciaron el parto, pero a mi madre biológica no le vieron la cara de cerca. Estaban la partera y mi madre detrás de un campo de tela. Me contó que nací, lloré, me envolvieron en una manta y salieron corriendo. ¡Si, corriendo!. Sin haber tenido contacto con ella. Dijo también que en ese parto nació otro bebé, pero no sé si creerlo. Eso fue lo que pude lograr que me cuente.

Graciela dijo que escuchar ese relato la ayudó a entender los serios problemas de salud que tenía de pequeña. Su cordón umbilical se infectó, porque la partera no se había tomado el trabajo de curarlo ni de limpiarlo como correspondía. Fue todo demasiado rápido. También entendió por qué sentía esa atracción por todo lo ruso.

Ante la pregunta de qué la motiva a esta búsqueda, responde: "Quiero conocer mi identidad, saber lo básico que sabe cualquier persona: fecha y lugar de nacimiento, mis antecedentes genéticos... En cualquier primera consulta médica se preguntan los antecedentes médicos de la familia. Los adoptados tienen ese expediente que nosotros no tenemos porque no fuimos adoptados. No sabemos si tenemos alguna de esas enfermedades genéticas que saltan una generación", responde.

"Averiguando por mi cuenta supe que no nací en el 61 sino en el 63. No es que me anotaron otro día, ni siquiera fui anotada en el año en que nací. Esto se llama suplantación de identidad", explicó. Su hipótesis sobre esta peculiaridad, es que probablemente en el hospital donde nació le dieron a su familia de crianza el acta de un niño fallecido en ese momento, nacido antes que ella. Por eso habla de sustitución de identidad, aunque no sabe con exactitud qué pasó; son hipótesis.

Pero lo de la diferencia de fechas es un dato real: "Estoy anotada como nacida en el 61 pero me dijeron técnicos del Registro Provincial de las Personas que nací en el 63".


Memoria encriptada: es la sangre que tira

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Graciela contó que la primera vez que pudo reconocerse en otra persona fue recién cuando nació su hija, en 1991. Tenía 40 años cuando supo que su madre biológica era polaca y al ver el rostro de su hija pensó que quizás así sería la cara de la mujer que la trajo al mundo, pero que no llegó a conocer.

Durante la entrevista, varias veces afirmó que su deseo y el de gente que está en una situación similar es "ser incluidos en el banco de datos genéticos al que hoy sólo tienen acceso los familiares de desaparecidos y víctimas de crímenes de lesa humanidad". "Entre nosotros, hay casos de los años 30 y 40, hay personas de más de 80 años que buscan su identidad. También habló de los proyectos que existen para crear un archivo publico para corroborar datos, siempre protegiendo la identidad de las personas implicadas.

"Solamente estamos defendiendo nuestro derecho a la identidad que el Estado debe garantizar respetando los Pactos Internacionales de rango constitucional. Es probable que nadie nos esté buscando". Continuó con su relato:

Soy una de los casi 3 millones de personas en el país que buscamos nuestra identidad de origen. No sabemos si fuimos victimas del tráfico de bebés, de la trata de personas, si nuestras madres no nos quisieron o no nos pudieron criar. Muchos nos enteramos o sabíamos -esto se percibe y se siente como una interna convicción- que no éramos hijos de nuestros padres. Cuando se aclara que no somos sus hijos biológicos no nos conformamos, porque interiormente sabemos que tampoco somos adoptados.

No existe lugar del Estado al que yo pueda dirigirme para saber mi verdadero origen, no hay un archivo donde pueda buscar datos, como si pueden hacerlo las personas que fueron adoptadas.

Hay quienes quizás no tengan información ni expediente, pero tienen historia y datos; y en la mayoría de los casos no hay información porque los mismos médicos supieron cómo evitar que en el futuro se buscara información. Además, existe un pacto familiar de silencio. Pero todo esto forma parte de una costumbre social que veía bien que un niño fuese cuidado por otra persona antes que en un orfanato.

Un bebé no nace como una hoja en blanco. Hay una historia detrás, hay sensaciones o recuerdos. Existe la memoria encriptada que tiene que ver con toda la información genética que todos poseemos. Desde la gestación recibimos alimentos e información. Y esto se ve, también, en todo lo cultural. Pude ser de origen judío y me criaron como católica. Un bebé querido o no debe ser respetado. Por eso, uno se tiene que mirar el ombligo, que es la cicatriz de cuando estuvimos unidos a alguien.

Sin archivos ni datos que ayuden a recuperar la identidad. Las falencias del Estado

Se calcula que al menos 3 millones de personas fueron criadas como hijos propios por padres no biológicos. Nada de eso hubiese sido posible sin la participación necesaria de familiares, médicos, parteras y sobre todo del Estado, que no solamente puso sellos en partidas de nacimiento ilegales, que permitió que en hospitales públicos se falsificasen libros de partos y que siempre tuvo quien hiciese la vista gorda.

No fue suficiente con el pasado; parece que tampoco hoy existe demasiado interés en reparar esos daños. Será por eso que un proyecto de ley de 2006 fue cajoneado y que otros tres no tuvieron quorum para ser debatidos. Necesitamos que las muestras de sangre se almacenen, así en el futuro, si nos pasa algo, nuestros hijos pueden seguir la búsqueda si ellos también se ven afectados porque entre otras cosas hay enfermedades genéticas que se saltean una generación.

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"Necesitamos que el Estado atienda este tema para que las búsquedas sean posibles, después cada uno lo decidirá. El proyecto que lleva la firma de Norma Morandini -sobre la identidad de origen- pide la ampliación del banco genético de sangre. En algunas provincias se logró avanzar, como en Santa Fe que logró en Rosario una ordenanza para que algunos municipios presten colaboración para descubrir la identidad de personas con dudas", señaló Palma.

Graciela aportó estadísticas alarmantes: según datos de Missing Children, en 2013 el 38% de los chicos que escaparon de sus casas lo hicieron por crisis de identidad. En Argentina hay hoy, al menos, 3 millones de personas fueron criadas como hijos propios por padres no biológicos.

La palabra "apropiados" nos remite al robo de bebés durante la peor etapa de la historia nacional, pero es la que también corresponde para casos como los de Graciela, que no sabe qué pasó con su madre ni por qué no creció con ella. Su testimonio concluye con una verdad escalofriante: "Hay bebés que nacieron de situaciones terribles, en institutos psiquiátricos, por ejemplo. O en contextos de trata y esclavitud sexual. Uno, quizás por defensa, no piensa en esas situaciones. Es más fácil pensar que la madre no quiso a su hijo y listo. Hubo chicos que nacieron producto de relaciones no aprobadas por las familias. Fui testigo de un caso en que una mujer buscaba a su hija sólo para decirle que ella no la había abandonado, y la hija también la buscaba. Se conocieron y el parecido físico era notable, hasta se peinaban igual".

Todos tenemos derecho a conocer nuestros orígenes, de dónde y de quiénes venimos. La identidad nos marca desde el pensamiento hasta la manera de sentarnos. Son los niños quienes tienen el derecho a ser adoptados, pero legalmente y conociendo la verdad. Ese derecho nadie se los puede negar. Ojalá los apropiadores lo entiendan y ojalá el Estado también.

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