Pablo Echarri y sus orígenes: "El barrio me enseñó la necesidad de ser amable y agradable"

El actor además recordó cómo era a la hora de la conquista en las noches de Avellaneda

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Con 45 años, Pablo Echarri recordó su infancia y su adolescencia en Avellaneda, donde nació, y cómo el "barrio" lo marcó para manejarse en la vida y ser lo que es hoy: "Me enseñó la necesidad de ser amable y lo aprendí como un valor para transitar un mundo más complejo".

"Nací en Sarandí y después viví en Villa Domínico, en Avellaneda", contó el actor en Animales Sueltos y recordó su infancia: "Mi viejo era diarero, tres y media arrancaba su día y en la siesta no podía volar una mosca. Mi casa era muy particular, mi abuela vivía adelante y nosotros atrás, en la casa que tenía una habitación y yo dormía en el living de mi abuela, porque era una casa muy chica. En Navidad no había regalos, Papa Noel no venía a casa, no lo esperábamos, los Reyes si venían".

El actor comenzó sus estudios secundarios también en Avellaneda, pero no terminó: "Abandoné, estaba en el Industrial y dejé en cuarto año. Mi viejo un día me levantó a patadas en el culo y me consiguió un trabajo para limpiar en una imprenta y después vendí ropa".

A pesar de que hoy es famoso, no olvida sus orígenes y recordó cómo era la vida en el barrio: "En Domínico la gente no iba a Disney, cuando crecí empecé a querer viajar, que era un sueño, no tenía ningún amigo que viajara".

"En la infancia era amigo de la gente del barrio, después cuando empecé a crecer y a cruzar avenidas, me hice más amigos, parábamos en la esquina de la escuela donde trabajé. Esos pibes ahora son tipos laburantes, hay uno que es profesional, el doctor", recordó.

Luego empezaron las salidas nocturnas, mucho antes de ser el galán de la tele: "Iba a bailar a Quilmes y a Hollywood de Avellaneda. Era el boliche más grande de Avellaneda, a veces no me dejaban entrar porque andaba con una campera deflecada y zapatillas. Pero también entrábamos porque éramos de Avellaneda, porque nos hacíamos amigos".

Respecto a las mujeres: "Triunfé mucho más en reductos conocidos, siempre fue importante sentirme de local, me pasaba en el boliche, me agrandaba muchísimo. Inclusive a la hora de vender, cuando vendía en Wilde, me sentía local y me iba mejor".

Ser de barrio le sirvió para manejarse en la vida: "Hay códigos en los barrios. El barrio me enseñó esa necesidad de ser agradable, amable y lo aprendí como un valor para transitar un mundo más complejo que es el de Capital Federal, donde las cosas no son tan simples y la amabilidad me sirvió como llave".