Refugiado, las formas más sublimes y perversas del amor

Compartir
Compartir articulo

La autora es socióloga, dirige el Instituto Elie Wiesel y asesora al Comité Académico HBI Brandeis University. Su último libro es "La complejidad después de Babel"


Una polisémica metáfora de la violencia atravesada por el sublime candor de un niño es el elemento constituyente del atemporal poema fílmico "Refugiado". Una historia semejante podría haber transcurrido desde el instante siguiente a que Adán y Eva fueran echados del paraíso y desde entonces hasta siempre.

La contundente elocuencia simbólica de los pequeños gestos de los protagonistas abrevia el relato. La palabra resulta un componente secundario, parecería que el director la ha usado para allanarle al espectador la vía de acceso a la profundidad del relato. El nudo tensional llega al climax cuando el protagonista arroja fuera de la bolsa los juguetes que su madre colocó para llevar en la huida y se encierra en el baño.

El amor en las formas más sublimes y también en las más perversas es el sustrato de esta historia. Parca e intensamente elocuente, "Refugiados" inaugura por su fuerza -pero sin golpes bajos- un espacio introspectivo que logra atravesar la indiferencia tañendo el sentimiento sin pedir permiso ni autorizar que el espectador lo eluda. La música y la fuerza del color en el inicio del juego crean el clima que prepara a la audiencia para la experiencia.

En el rol protagónico, Julieta Díaz logra que el silencio y la mirada se conviertan en verbo. La genial composición de la actriz se recuesta en el devenir marcado por un director, Diego Lerman, que con maestría logra traspasar el tema específico de la violencia familiar y de género hasta universalizar el acontecer que marca el guión, por encima de la historia específica que relata.

Por su parte, Sebastián Molinaro, el niño, es quien introduce y sostiene con total naturalidad la síncopa que marca, profundiza y extiende la tensión que recorre la historia que culmina en el instante en que un único gesto da paso a otra historia. La producción de Nico Avruj completa con eficiencia y creatividad la Gestalt de una obra que habrá de ingresar a la lista de clásicos del cine.