A cuarenta años del brutal asesinato de Mor Roig

Esta semana se cumplió un nuevo aniversario del crimen del político radical perpetrado por Montoneros. En la siguiente nota, una semblanza del ex ministro de Lanusse y una reflexión sobre el impacto de su muerte en la sociedad de aquella época

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Se cumplió el pasado 15 de julio cuarenta años del asesinato, por parte de Montoneros, de Arturo Mor Roig, quien fuera presidente de la Cámara de Diputados durante el gobierno de Arturo Illia entre 1963 y 1966 y entre 1971 y 1973 ministro del Interior del general Alejandro Agustín Lanusse en las postrimerías de la Revolución Argentina.

Mor Roig estaba "sentenciado" por la organización guerrillera, acusado de complicidad con los fusilamientos de agosto de 1972 en Trelew en los que perdieron la vida numerosos detenidos acusados de actos terroristas por la Cámara Federal.

El dirigente radical había cometido el "pecado" de haber colaborado como principal asesor político de Lanusse en la apertura política que puso fin a los largos años de la dictadura inaugurada en junio de 1966 por el general Juan Carlos Onganía y continuada por el general Roberto M. Levingston. Mor Roig, desde el Ministerio del Interior, organizó la salida política que resolvió la cuestión crucial de la vida argentina de entonces: la incorporación del peronismo al proceso político-institucional del país.

Al asumir el poder en marzo de 1971, Lanusse le confesó a sus amigos: "Tengo al hombre para salir de la selva". Se refería así a Mor Roig, a cuya aceptación de la cartera política puso como condición para hacerse cargo de la Presidencia. Este por su parte, aceptaría con la condición de entregar el poder al candidato que triunfara en las elecciones, en las que sería inaceptable una nueva proscripción del peronismo.

El gobierno de Lanusse entonces se embarcó en un duelo con el líder, aún en Madrid, e intentó impulsar -sin éxito- el Gran Acuerdo Nacional (GAN). La administración militar viviría sus horas más aciagas el 22 de agosto de 1972 cuando un grupo de guerrilleros presos en el penal de Rawson (Chubut) se amotinan y consiguen copar el aeropuerto de Trelew y secuestrar un avión de Austral en el que huyen a Chile. Diecinueve guerrilleros no alcanzan a abordar el avión y terminan entregándose en el aeropuerto. En la base Almirante Zar, dependiente de la Armada, serán fusilados dieciseis guerrilleros. Los hechos conmocionan al país y provocan un severo daño en la imagen y en los planes políticos de Lanusse. El día 25, el gobierno socialista chileno otorga asilo político a los guerrilleros que consiguen fugarse. Se les otorga el salvoconducto para viajar a Cuba. Lanusse sentirá que ha sido traicionado por la Marina, que con su violento accionar arruinará su proyecto político.

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El propio Lanusse escribió en sus Memorias: "Asumí la plena responsabilidad, pero esa catástrofe se hubiera evitado de haberse cumplido mis órdenes estrictamente, ya que había prohibido portar armas a todas las personas que estuvieran en contacto directo con los prisiones, para evitar que éstos pudieran intentar arrebatárselas". La biógrafa de Jacobo Timerman, Graciela Mochkofsky reflexionó: "Timerman simpatizaba con Lanusse. "Estaba desolado", aseguró tiempo después. Creía que los fusilamientos habían sido obra de los "duros" para boicotear la apertura democrática".

Trenta y cinco años más tarde, Tomás Eloy Martínez escribió en La Nación: "La matanza de Trelew cambió los vientos de la política argentina y se convirtió en una semilla de odio. Aunque nadie lo sabía entonces, faltaban pocos meses para que Juan Perón regresara de su exilio de dieciocho años. El gobierno de Alejandro Lanusse prometía elecciones libres, sin proscripciones. Sin las heridas de Trelew, acaso habría sido más fácil apagar los incendios que vinieron después. Pero aquel 22 de agosto se abrió una grieta inútil, y por allí fluyó la sangre de mucha gente.

Un año antes de ser asesinado, Mor Roig le había confiado a su correligionario Juan Carlos Pugliese que estaba "condenado a muerte". El hecho tuvo lugar el 15 de julio de 1974, a tan solo dos semanas del fallecimiento del general Juan Domingo Perón. La muerte lo encontró mientras comía en un restaurante de San Justo. Siempre se resistió a portar armas o utilizar custodia personal. Cuatro personas ingresaron al local y diez balazos acabaron con su vida.

El brutal asesinato de Mor Roig abrió una etapa negra de la historia argentina. Días más tarde, Montoneros emitirá un comunicado en el que declara que "el único heredero de Perón es el pueblo", lo que implica un desconocimiento de la autoridad de Isabel Perón como presidente y como jefa del movimiento peronista. Pocas semanas después, la organización pasará a la clandestinidad.

El último día de julio de ese año, se producirá el asesinato de Rodolfo Ortega Peña. Dos días después, salva su vida de milagro Eduardo Luis Duhalde, codirector, junto con Ortega Peña, de la revista Militancia. El 11 de agosto, tendrá lugar el secuestro del coronel Argentino del Valle Larrabure por parte del ERP: morirá en agosto del año 1975, tras permanecer en cautiverio 372 días en una "Cárcel del Pueblo".

El 19 de septiembre, Montoneros realizará una nueva acción espectacular: la "Operación Mellizas", es decir, el secuestro de los hermanos Born, por el que llegarán a cobrar la multimillonaria cifra de 60 millones de dólares, una fortuna incalculable para la época. Simultáneamente, se acelera el accionar de la Triple A: Luis Brandoni, secretario general del sindicato de actores, es amenazado por las fuerzas parapoliciales. Se exilia. Siguen su camino su mujer, Marta Bianchi y los también actores Héctor Alterio, Nacha Guevara, Norman Briski, Horacio Guarany y Mercedes Sosa. El día 11, aparece muerto el abogado izquierdista Alfredo Curutchet. El 17 se produce el asesinato del ex vicegobernador de Córdoba, Atilio López. El 19 es asesinado Julio Troxler, quien se había desempeñado como jefe de la policía bonaerense al comienzo del gobierno surgido de las elecciones del 11 de marzo de 1973. Los últimos días de septiembre serán el escenario del 27 de asesinato de Silvio Frondizi y del mortal atentado contra el general Carlos Prats, ex comandante en jefe del Ejército chileno en Buenos Aires, y su esposa.

La espiral de violencia no se detendría por muchos años más. Diego Barovero escribió años más tarde: "Arturo Mor Roig: el crimen sin razón". Arturo Mor Roig había cometido el pecado de ser ministro del Interior del gobierno que, más allá de errores, se comprometió y cumplió en abrir el proceso político. Su asesinato confirma que la pretensión de quienes militaban y actuaban en las organizaciones terroristas de entonces no era simplemente lograr el fin de la dictadura sino reemplazarla por otra.