Juan Pablo II, el más universal de los papas

Con su largo peregrinar por el mundo -besó el suelo de 130 países- quiso volver a poner a Dios como motor de la Historia y legarle al milenio una Iglesia a la cual nada de lo humano le fuese ajeno

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Entronización de Juan Pablo II en 1978<br> AP 162
Entronización de Juan Pablo II en 1978<br> AP 162
En mayo de 1981, hospitalizado después del atentado<br> AP 162
En mayo de 1981, hospitalizado después del atentado<br> AP 162
Juan Pablo II y un gesto que caracterizó su papado: besar el suelo a su llegada a cada país<br> AFP 162
Juan Pablo II y un gesto que caracterizó su papado: besar el suelo a su llegada a cada país<br> AFP 162
El presidente cubano, Fidel Castro invitó al Papa a La Habana el 21 de enero de 1997 AFP 162
El presidente cubano, Fidel Castro invitó al Papa a La Habana el 21 de enero de 1997 AFP 162
Juan Pablo II junto a Clinton en Denver, Colorado, en 1993 <br> AFP 162
Juan Pablo II junto a Clinton en Denver, Colorado, en 1993 <br> AFP 162

Su multitudinario funeral, que atrajo un millón de peregrinos a Roma y delegaciones diplomáticas de primera línea del mundo entero, fue el reflejo de la impronta que dejó en los hechos más relevantes del siglo XX.

Karol Wojtyla había nacido en Wadowice, una pequeña ciudad cercana a Cracovia, el 18 de mayo de 1920, en el seno de una familia modesta. Hizo primero estudios literarios –una afición por las letras y el teatro que no abandonaría. Cuando en 1939 Polonia es invadida por los alemanes, trabaja en una fábrica química y luego en una cantera para evitar ser deportado a campos de trabajo forzoso en Alemania. Su ingreso al seminario será en la clandestinidad, en octubre de 19042. Es ordenado sacerdote en 1948 y más tarde se doctorará en teología.

En 1958 ya es obispo auxiliar de Cracovia. Y como tal participará en el Concilio Vaticano II.

En 1967, Pablo VI lo hace Cardenal.

Juan Pablo II, en sus tiempor de Arzobispo de Cracovia,&nbsp; junto a Juan Pablo I. Septiembre de 1978. AP 162
Juan Pablo II, en sus tiempor de Arzobispo de Cracovia,&nbsp; junto a Juan Pablo I. Septiembre de 1978. AP 162

Muy apreciado en su país natal por su humanidad, coraje e inteligencia, Wojtyla es poco conocido fuera de Polonia, por lo que su elección como Papa, tras el brevísimo pontificado de Juan Pablo I, el 16 de octubre de 1978, causó gran sorpresa. Y marcó un giro copernicano en la tradición vaticana.

Tomó el nombre de Juan Pablo II para homenajear a sus tres predecesores, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I.

Fue el primer Papa en conquistar una popularidad masiva y universal, el primero en convocar multitudes, no sólo en Roma sino en casi todos los países que visitó en sus más de 100 viajes internacionales.

Su ya célebre frase, "¡no tengan miedo!" pronunciada a pocos días de su elección, el 22 de octubre de 1978, fue un aliento a sus compatriotas a sublevarse contra el régimen comunista.

Pronto habrá una reacción. El 13 de mayo de 1981, en plena pulseada entre Moscú y El Vaticano, Juan Pablo II recibe un disparo mientras circula en jeep por la plaza San Pedro. Un joven turco fanático fue el autor material, pero la investigación se orienta hacia los servicios secretos búlgaros y, más allá, los soviéticos. Juan Pablo II perdonará a su verdugo, que de todos modos purgará una larga pena de prisión.

Wojtyla recorrió el mundo como ningún otro Papa antes que él. En sus 27 años de pontificado realizó 104 viajes, visitando 129 países, sin contar la propia Italia.

Juan Pablo II y un gesto que caracterizó su papado: besar el suelo a su llegada a cada país<br> AFP 162
Juan Pablo II y un gesto que caracterizó su papado: besar el suelo a su llegada a cada país<br> AFP 162

Luego de la implosión de los regímenes comunistas, una de sus apuestas, también pidió perdón por los errores de la iglesia, en particular hacia el judaísmo.

Fue también el impulsor de las multitudinarias Jornadas Mundiales de la Juventud, la primera de las cuales tuvo lugar en buenos Aires, en 1987, en la que fue su segunda visita a la Argentina.

Pese a todo, no podrá revertir el proceso de secularización en Europa Occidental, ni el avance del pentecostalismo a expensas de la Iglesia Católica en América Latina. Pero también el avance de un capitalismo salvaje en la Europa del Este postcomunista será una desilusión para este Pontífice.

El legado

Aunque su influencia menguó con los años y la enfermedad, dejó una fuerte impronta en la historia reciente.

Innovador para algunos, tradicionalista para otros; fue un Papa difícil de encasillar en las categorías reduccionistas habituales.

El mismo Juan Pablo II que con su viaje a la Polonia comunista y la exhortación a sus compatriotas a luchar ("No tengan miedo") fue un acelerador de la Historia, aportando a la caída del sistema soviético y la liberación de su tierra natal de ese régimen de opresión, volvió luego su mirada crítica a los excesos del capitalismo y al escándalo de la pobreza en el mundo occidental y cristiano. Y hasta se atrevió a reivindicar las "semillas de verdad" que a su juicio estaban presentes en el socialismo.

Su mensaje fue que el capitalismo salvaje no sería mejor que el marxismo. "El comunismo -dijo- ha demostrado que era una medicina más peligros que la propia enfermedad". Pero hay una enfermedad. "Una globalización económica (que) si se rige por las meras leyes del mercado aplicadas según las conveniencias de los poderosos lleva a consecuencias negativas", como el desempleo, la destrucción del ambiente, el agrandamiento de la brecha de ingresos. "No es posible que los países ricos traten de mantener su estándar de vida explotando gran parte de las reservas de energía y materias primas (que deben) servir a toda la Humanidad", dijo.

El mismo Papa que batió todos los récords en materia de canonizaciones y reveló al mundo el tercer secreto de Fátima fue el autor de la encíclica Fides et ratio (año 2000) en la cual afirmó que la fe necesita de la razón para no verse reducida al mito o a la superstición: "No puede haber competencia alguna entre la razón y la fe, escribió. La Iglesia reconoce los esfuerzos de la razón para alcanzar objetivos que hacen la existencia personal más digna". En el mismo documento atacó a quienes "han sustituido con la duda sistemática cualquier posibilidad de certezas", reafirmando así la existencia de la verdad absoluta, para él la Verdad religiosa. "Doy los pasos que doy, no como los da el mundo, sino como yo los doy".

El mismo Papa cuya prédica fue clave en el derrumbe del sistema soviético, le tendió la mano a la Cuba castrista, recibiendo a Fidel Castro en El Vaticano y visitando la isla en 1998.

El presidente cubano, Fidel Castro invitó al Papa a La Habana el 21 de enero de 1997 AFP 162
El presidente cubano, Fidel Castro invitó al Papa a La Habana el 21 de enero de 1997 AFP 162

El mismo que visitó Israel y llamó "hermanos mayores" a los judíos y "fruto de la elección divina" a ese pueblo, reconoció el derecho de los palestinos a un Estado y reclamó un estatuto internacional para Jerusalén, la ciudad santa de tres religiones.

El mismo que era recibido masivamente por los jóvenes en sus viajes, no hizo ninguna concesión en materia de anticoncepción, aborto o divorcio. Una ortodoxia en el núcleo del dogma que sin embargo iba acompañada de una gran flexibilidad en las formas de transmitir su mensaje.

El objetivo estratégico de su activismo -Karol Wojtyla besó el suelo de más de 130 países en un centenar de viajes realizados durante su pontificado de 26 años- era volver a poner a Dios como motor de la Historia y legarle al milenio una Iglesia a la cual nada de lo humano le fuese ajeno.

Hubo momentos en que su prédica espiritual encontró eco en los acontecimientos políticos y otra en la cual pareció predicar en el desierto como cuando en 2003 advirtió que "quien decide que se han agotado todos los medios pacíficos que el derecho internacional pone a su disposición, asume una grave responsabilidad ante Dios, ante su conciencia y ante la Historia".

Fue en ese año cuando el comité que otorga el premio Nobel de la Paz dejó pasar una oportunidad de limpiar su imagen e incurrió en otra de las incongruencias que explican el desprestigio de un galardón que el mundo unánimemente le había concedido ya in péctore al Papa.

"Decisiones con consecuencias mundiales son tomadas sólo por un pequeño grupo restringido de naciones", se lamentaba el Papa. Y éste mensaje suyo en favor de un mayor multilateralismo es la parte más significativa de su legado para los tiempos presentes, cuando el mundo enfrenta convulsiones económicas, políticas y hasta naturales, cuyas consecuencias, en un escenario globalizado, no reconocen fronteras. La comunidad internacional se ve ante la necesidad de imaginar nuevos caminos e instancias para una solución más participativa de los mismos. "El derecho internacional, el diálogo leal, la solidaridad entre los Estados, el ejercicio noble de la diplomacia, son medios dignos del hombre y de las Naciones para resolver sus actos contenciosos", había dicho Juan Pablo II en 2003. Palabras que no han perdido actualidad.