Política irracional: cuando el apoyo a un gobierno se vuelve fanatismo

La crisis venezolana muestra a personas dispuestas a defender un presidente sin importar el caos en el que se encuentra el país y atribuyendo los errores a conspiraciones

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"Hay un pequeño sector fascista, dirigido por el imperio norteamericano, ya no hay dudas de eso, que se niega a reconocer el triunfo de las mayorías", clama Nicolás Maduro.

El presidente de Venezuela insiste en que las masivas movilizaciones protagonizadas por jóvenes que rechazan sus políticas son en realidad la expresión de algunos grupos de fascistas que quieren propiciar un golpe de Estado. No explica cómo puede haber un golpe si quien controla a las Fuerzas Armadas es el Gobierno. Tampoco por qué si es un "pequeño sector" las movilizaciones son tan masivas.

Grupos motorizados dispararon a manifestantes opositores

Quizás por eso la señal internacional de noticias NTN24, que era la única que estaba haciendo la cobertura de la represión a las protestas, fue súbitamente interrumpida por orden del Consejo Nacional de Telecomunicaciones.

Maduro insiste también en que la violencia es impulsada por los opositores, pero las cámaras de televisión registraron a grupos de "motorizados" disparando a estudiantes desarmados que se movilizaban pacíficamente.

Hay videos que incluso muestran cómo asesinaban por la espalda a Bassil Da Costa. Además, el líder de los Tupamaros, una fuerza de choque que responde al oficialismo, se muestra armado y en estos días prometió "luchas ilegales y violentas" para defender al Gobierno.

Maduro pide "ma?xima cohesio?n" a trabajadores chavistas

El propio Maduro propició los enfrentamientos armados. "No permitamos que sigan trancando avenidas ni calles. No, no lo permitamos. La clase obrera en la calle, junto a la Guardia Nacional y las Fuerzas Armadas, a garantizar el flujo de la vida del pueblo. Vamos a fortalecer los cuerpos de combatientes, las milicias obreras del país. ¡A prepararse para defender esta revolución en el escenario que nos toque!", dijo el pasado miércoles 19 de febrero.

Que a pesar de todas las evidencias en su contra el oficialismo afirme ser pacífico y culpe a sus adversarios y al "imperialismo estadounidense" por los problemas puede ser comprensible. Con tal de defender su poder, un Gobierno puede decir casi cualquier cosa.

"En política hay siempre un gran ingrediente emocional"

Pero que sus seguidores puedan creerlo, e incluso estar convencidos de ese discurso, resulta más difícil de entender. ¿Cómo se explica que la mente humana sea capaz de negar cosas que ve con sus propios ojos con tal de no conmover una convicción política?


Cuando la política es puramente emocional

"En política hay siempre un gran ingrediente emocional y por ese motivo los políticos apelan a las emociones de la gente. Siempre hay algún ingrediente de datos, de hechos, pero hay también un componente mítico. Apelando a figuras del pasado, a héroes, en el caso de Venezuela refiriendo a Simón Bolívar como líder de la independencia. Todos los líderes hacen uso de ese recurso", explica Ana Irene Méndez, profesora de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad del Zulia, en diálogo con Infobae.

Pero si bien todos apelan a las emociones para ganar apoyo, no todos los gobiernos promueven el fanatismo. Este es un rasgo que aparece fundamentalmente en aquellos que se proponen transformar completamente la sociedad, y que ponen a su líder como representante único y guía del pueblo. En estos casos, el balance entre lo mítico y lo racional está claramente volcado en favor de lo primero.

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"En vez de permitir que los ciudadanos se expresen por si mismos a través de un sistema pluralista de voces e instituciones, estos gobiernos promueven un discurso único. Se apoyan mucho en la propagan y suelen condenar la existencia de una prensa libre. En los casos extremos, llegan a perseguir a quienes se oponen al régimen", dice Alejandra Salinas, doctora en sociología y profesora de Teoría Política de la Universidad Católica Argentina, en diálogo con Infobae.

No es casual que este tipo de regímenes que apelan casi exclusivamente a las emociones critiquen la utilización de criterios racionales y técnicos en política.

"En general -continúa Salinas- todos los movimientos de fanáticos tienen discursos antirracionalistas, que tienden a socavar el uso del juicio crítico. Por ejemplo, cuando la estadística dice hay tal porcentaje de inflación, aporta un dato de la realidad que un juicio crítico no puede desconocer. Pero cuando la política pasa sólo por la emoción y la defensa incondicional de un gobierno, resulta natural que se pueda descreer de la ciencia, o tratar de esconderla y desvirtuarla".

"Todos los movimientos de fanáticos tienen discursos antirracionalistas"

"Cuando se reduce la vida social a las emociones, se deja de lado esa fe en la capacidad crítica de la razón, que permite a cada persona juzgar y evaluar hasta qué punto un régimen puede ser apoyado o no", agrega.

El sentido común podría pensar que sólo las personas de escaso nivel educativo son convencidas por estos discursos. Sin embargo, muchas veces los más instruidos y politizados son seducidos por el fanatismo político, y pueden negar las cosas más evidentes con tal de no poner en aprietos su fe.

¿Por qué se pone tanto empeño en dejar a salvo las creencias? En primer lugar porque dan certidumbre, lo que reduce la angustia que genera no saber en qué creer. Por otro lado, porque estos liderazgos crean identidades colectivas.

"La emoción de pertenecer a un grupo se alimenta con la emoción de rechazar a aquellos que no pertenecen. Cuanto más intenso sea el sentimiento de adhesión, más fuerte va a ser el rechazo al diferente, al que no forma parte del grupo", dice Salinas.

Con una mentalidad demasiado crítica, es muy difícil ser parte de identidades que no aceptan un discurso disidente. Por eso, otra de las consecuencias de los procesos políticos que alientan el fanatismo es la división de la sociedad.

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"La polarización -dice la socióloga- es un componente necesario en un régimen de tipo autoritario, porque para generar esa adhesión emocional tiene que promover discursos muy fuertes, que causen sensación y atraigan la atención de grandes grupos colectivos. El papel del líder es muy importante para la instalación de los sentimientos de división, que no surgen espontáneamente, sino que son promovidos desde una posición de liderazgo".

En la medida en que el régimen sea exitoso en términos sociales y económicos, sus aspectos más radicales se atemperan, ya que el núcleo central no se siente amenazado por el entorno. En cambio, cuando los fracasos empiezan a acumularse y el descontento crece, aparecen las reacciones más exacerbadas del Gobierno y de sus seguidores, que sienten que está en riesgo su proyecto.

Entonces se acentúan los aspectos más represivos. "La represión -continúa Salinas- puede ir desde limitar la libertad de prensa hasta la represión física y violenta que conduce a la muerte, como estamos viendo en Venezuela. Puede tener diferentes grados, pero siempre está detrás la misma idea, que es mantener el unicato".

"La conspiración siempre fue una acusación de conspiradores"

Otra forma indirecta de represión supone promover todas las políticas que favorezcan a los aliados y que incrementen el poder del Gobierno, al mismo tiempo que castiguen y recorten los espacios de participación de los opositores, vistos como enemigos. Los ejemplos más claros se dan cuando en la asignación de recursos, ya sea de obras públicas o de publicidad oficial, sólo se beneficia a los grupos aliados, y se busca vaciar de financiamiento y poder a los críticos.

Es en esos momentos en los que el régimen se siente acorralado cuando aparecen las teorías conspirativas para intentar explicar la crisis. Oscuros grupos que supuestamente tienen mucho poder, y que suelen contar con el apoyo o el instigamiento de fuerzas internacionales, son acusados de desestabilizar y propiciar golpes de estado.

"El tema de la conspiración es interesante, porque genera cierto desasosiego y ansiedad en las personas. Lo paradójico es que son quienes acuden al engaño y al secreto de forma recurrente quienes denuncian estas maniobras, lo que hace evidente que el tema de la conspiración está en sus mentes. La conspiración siempre fue una acusación de conspiradores", dice Salinas.

"Ellos necesitan crear antagonismos para provocar adhesiones. Entonces suelen ser inventos asociados a palabras muy grandilocuentes. Es una forma más de dividir a la sociedad, porque este tipo de regímenes sólo pueden mantenerse en la medida en que esa división subsista", agrega.

La conspiración se presenta así como otra manifestación de la prevalencia de la irracionalidad. En vez de acudir a explicaciones técnicas para los problemas cotidianos, como la inflación o la inseguridad, se busca culpar a difusos planes de poderes ocultos.

El chavismo es nuevamente el mejor ejemplo de la doble moral conspirativa. El propio Hugo Chávez accedió al primer plano de la política venezolana liderando una conspiración de militares que propiciaron en 1992 un golpe de estado contra el Gobierno deslegitimado, pero democráticamente electo, de Carlos Andrés Pérez. Una vez en el poder, se cansó de denunciar intentos desestabilizadores de sus enemigos y de Estados Unidos para terminar con su Gobierno e incluso con su vida.


El giro latinoamericano hacia el fanatismo político

"La imagen caudillista nunca ha desaparecido del todo en América Latina. Se ha reforzado porque desde el retorno a las democracias han surgido gobiernos muy débiles, que han reforzado la idea de que es necesario un líder fuerte", dice a Infobae el sociólogo Carlos Sabino, director del Doctorado en Historia de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala.

Tras una sucesión de gobiernos pertenecientes a los partidos tradicionales, que atravesaron serios problemas de legitimidad, la aparición en la región de líderes fuertes y carismáticos se volvió una salida atractiva a la crisis política.

"En el caso de Chávez, la aparición de unos minutos que tuvo en la televisión cuando fue detenido (tras el intento de golpe de 1992) y dijo que no había logrado su objetivo 'por ahora', inspiró a mucha gente desilusionada con los partidos que habían regido a la política venezolana desde fines de los años 50", explica Méndez.

Cuando el vínculo entre ciudadanos y representantes es de fanatismo, se les entrega a los políticos un enorme poder

El rasgo distintivo de estos líderes fue saber decir lo que muchas personas estaban queriendo escuchar. "El ingrediente principal es que la mayoría se siente identificada con este personaje, porque actúa, habla y se comporta igual que la gente común y corriente", agrega.

"El liderazgo se posa sobre el hombre que aparece como capaz de resolver el problema. Por eso tienen que ser personas con un lenguaje audaz, y que se presentan firmes en sus convicciones", explica Sabino.

Al partir de una visión crítica de sus predecesores, estos líderes se muestran como una alternativa radical al pasado. En esa transformación total de la realidad política y social de su país que se proponen, logran obtener enormes delegaciones de los sectores de la sociedad civil que los apoyan.

Cuando el vínculo entre los ciudadanos y sus representantes es de fanatismo, se les entrega a los políticos una carta blanca que les de un enorme poder para hacer lo que desean. Al neutralizar el juicio crítico y la distancia, los representados pierden la mirada vigilante sobre las acciones de sus Gobiernos, lo que los hace más fuertes a estos, y más débiles a los primeros.

Si a fin de cuenta

los políticos están para responder y dar soluciones a los ciudadanos

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¿por qué estos deberían adorarlos como a dioses?