La historia negra de Steve Jobs, contada por la madre de su hija

Chrisann Brennan, que fue amante del fundador de Apple en su juventud, contó los detalles más escabrosos de su vida en La mordida en la manzana, sus memorias

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Brennan y Jobs se conocieron en 1972, y al poco tiempo comenzaron una relación que duró hasta 1977. Fruto de ella, tuvieron una hija, Lisa, a la que él nunca quiso reconocer.

En su afán negador, llegó a afirmar que era estéril, pero un análisis de ADN en 1980 lo obligó a aceptar su paternidad. Aún así, siguió denigrando a la hija y a la madre, asegurando que "el 28% de la población masculina de los Estados Unidos podría ser el padre".

A la par que sostenía esta campaña difamatoria, Steve Jobs envió a su maestro zen para comprarle a la niña.

Con el tiempo, terminó aceptándola y se mantuvo en contacto con ella en sus últimos años de vida. Lisa tiene hoy 35 años y es periodista. Se formó en Harvard con el apoyo de Jobs.

Al margen de la traumática relación que tuvo con ella y con su hija, Brennan lo recuerda como un hombre que se sentía muy inseguro por haber sido adoptado. Estaba desesperado por buscar estabilidad y plenitud a través de todo tipo de terapias y sistemas de creencias.

Clara Jobs, su madre adoptiva, admitió que "temía amarlo", que de niño era sumamente conflictivo y que ella y su marido, Paul, llegaron a arrepentirse de haberlo adoptado.

En su búsqueda de una identidad, Jobs probó todo tipo de drogas, desde marihuana hasta LSD.

Otra de sus excentricidades era asegurar que en otra vida había sido piloto de la Segunda Guerra Mundial. Decía convencido que moriría a los 42 años.

Pero a pesar de todo, Brennan reconoce haberlo

amado profundamente

por su belleza, su genialidad y su "

sublime forma de hacer el amor

".

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