Afirman que la crisis actual puede ser la esperanza para los hambrientos

Jean Ziegler, funcionario de la ONU, sostiene una mirada optimista sobre los efectos de las dificultades económicas que atraviesa buena parte del mundo. Según explica, la situación favoreció un despertar de las conciencias    

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El analista suizo y miembro del Comité Consultivo del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, Jean Ziegler, explicó que su último libro, "Destrucción Masiva. Geopolítica del Hambre", deja un mensaje positivo pese a lo que dice el título.

"Se trata de un libro de esperanza para los que mueren de hambre, porque el capitalismo se ha quitado la máscara con esta crisis financiera", explicó en una entrevista con la agencia EFE. "Se muestra cómo romper los mecanismos que matan de hambre, ese orden absurdo mundial que, sin bien en Europa todavía no mata, empieza a crear sufrimientos intolerables, y eso ha traído una insurrección de las conciencias", afirma quien fuera durante ocho años el primer relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación.

Ese "orden mundial absurdo" hace morir de hambre a un niño cada cinco segundos en el mundo en desarrollo, y a 57.000 personas cada día, mientras mil millones están permanentemente subalimentadas, según datos de la FAO.

El mismo informe constata que la agricultura mundial en su nivel de desarrollo actual podría alimentar normalmente a 12.000 millones de personas, casi el doble de la población mundial, lo que lleva a Ziegler a subrayar que el hambre ya "no es una fatalidad".

"El planeta desborda de riquezas y por ello, cada niño que muere de hambre es asesinado", apunta. "Es una masacre, una destrucción masiva totalmente absurda, porque no hay un problema de producción sino de acceso a la comida, en un mundo donde 10 sociedades multinacionales gigantescas controlan el 85 por ciento de todo el comercio alimentario mundial".

Entre los mecanismos que Ziegler denuncia y que -afirma- podrían ser eliminados de un día para otro, está "la especulación sobre los alimentos básicos, maíz, arroz y trigo, que suponen el 75 por ciento del consumo mundial". Para él, estos especuladores con bienes alimentarios, que actúan en las Bolsas de materias primas especialmente agrícolas, como la de Chicago, son como los "tiburones tigre, capaces de detectar a sus víctimas a decenas de kilómetros y aniquilarlas en un instante, satisfaciendo su voracidad, o dicho de otro modo, obteniendo asombrosos beneficios".



"Esta especulación, que es totalmente legal, ha traído en los últimos dos años enormes aumentos en los precios mundiales de estos alimentos" y arrojado a la subalimentación a 60 millones de personas más. "Esta especulación es un crimen contra la Humanidad que podría pararse mañana mismo. Los parlamentos podrían prohibir, sin problemas técnicos, esas operaciones bursátiles sobre los alimentos básicos y decenas de miles de personas se salvarían inmediatamente", destaca.

Cree que "lo que es mortalmente peligroso para la democracia y la civilización es que el Estado nacional y las organizaciones internacionales, que son teóricamente los que tienen a cargo el bienestar público y la justicia social, han perdido toda su soberanía".

Ziegler narra cómo en octubre de 2011, el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, prometió en televisión plantear en la reunión del G-20 en Cannes la prohibición de la especulación sobre los alimentos básicos. "Pero llegó Cannes y no pasó nada. Entretanto, las sociedades multinacionales más potentes que los Estados habrían intervenido en la Casa Blanca, en Downing Street, en París, Berlín etc, habrían alegado que eso es el libre mercado y, finalmente, el presidente de la cuarta potencia económica mundial fue puesto de rodillas. Este es el equilibrio de fuerzas", dice.

Este profesor de Sociología en la Universidad de Ginebra cree que "la única esperanza que queda es la sociedad civil", para exigir a los gobernantes la abolición de los mecanismos que causan el hambre. Entre ellos acabar con el "dumping agrícola", las subvenciones a los productos del Norte que inundan los mercados del Sur, así como suprimir las deudas externas de los países más pobres paras permitir que esos países inviertan en fertilizantes, irrigación, en su agricultura.

Ziegler reconoce haber escrito este libro también por su "mala conciencia", cuando repartía sus tarjetas de visita de la ONU a campesinos en Guatemala "sabiendo que desde ese momento ya los había traicionado", ante la manifiesta incapacidad del organismo internacional.