Bahrein, ¿otra línea roja que Irán quiere cruzar?

"Esta islita podría ser el catalizador de un conflicto militar con el régimen de los mullah", dice un experto. El reino no sólo fue escenario de una polémica Fórmula 1, también lo es de la competencia con Arabia Saudita

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 Reuters 163
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El analista francés Jacques Benillouche, especialista en Medio Oriente y residente en Jerusalén, sostiene que Teherán persiste en su ofensiva tendiente a instalar la hegemonía de corrientes afines en los países musulmanes. En ese sentido, Bahrein es un escenario crítico de la lucha por la supremacía entre chiítas y sunitas, respaldados por Irán y por Arabia Saudita respectivamente.

En un artículo publicado simultáneamente en su blog, Temps et contretemps, y en la revista Slate, Benillouche dice que la estrategia iraní consiste en infiltrar las potencias mediorientales para alentar el levantamiento de los sectores chiítas. En febrero de 2011, en plena Primavera Árabe, hubo un brote rebelde en Bahrein que fue duramente reprimido.

Ya en tiempos del Sha Mohamed Reza Palevi, Irán, desde la otra orilla del Golfo, miraba con codicia hacia el pequeño reino, vecino de su rival Arabia Saudita, y que Teherán considera como terreno propio, dado que su población es chiíta en un 70%. "Pero -dice Benillouche- el enorme puente carretero de más de 20 kilómetros que une el país a Arabia Saudita, está allí para probar que Bahrein es una isla árabe. La paradoja radica en la voluntad claramente expresada por los bahreiníes en un referéndum en 1971, año de su independencia, de elegir la lealtad al clan Al Khalifa, linaje de emires árabes sunitas. El sistema funcionó desde entonces con una mayoría chiíta, dirigida por uan minoría sunita. (Pero) las discriminaciones han hecho de los chiítas una subpoblación, que tiene vedado el acceso a puestos en el Ejército y la Policía. El régimen estima que la lealtad de los chiítas es sospechosa y los acusa de recibir órdenes de la autoridad espiritual de Irán".

Washington, que quiere evitar otro conflicto en la región, aconsejó a los gobernantes de Bahrein emprender rápidamente reformas políticas y sociales que conformen a la mayoría.

Benillouche advierte que lo que Irán busca es extender su influencia en este país de mayoría chiíta para luego "cazar" en las tierras de su "competidor más directo y enemigo íntimo, Arabia Saudita".

Otro actor de peso en este juego es Israel, que siempre pensó "que la capacidad de daño de los iraníes era incorrectamente evaluada por los occidentales y que la desestabilización de Bahrein es una prueba de ello", afirma Benillouche.

En efecto, Bahrein no sólo es estratégico para Arabia Saudita. Israel ve a esta isla como un sitio privilegiado desde el cual vigilar a Irán. Es por ello que ha desplegado una política de acercamiento a esa monarquía que, según documentos filtrados por WikiLeaks, ha rendido frutos: el rey de Bahrein exigió que en las declaraciones oficiales de su reino Israel deje de ser calificado como "entidad sionista" o "enemigo".

Benillouche también asegura que existen intercambios y repetidos contactos con el Mossad (servicio secreto israelí) con miras a un intercambio en el terreno de la inteligencia y de la seguridad. "Pero el verdadero peligro de una desestabilización de Bahrein es para Arabia Saudita, dice, recordando que ésta envió tropas de inmediato cuando a comienzos de 2011 el reino se vio amenazado por la rebelión chiíta.

Aunque Teherán no ha sido el instigador de las rebeliones árabes, ha intentado "volcar en su provecho el descontento de los sublevados contra regímenes considerados corruptos y demasiado cercanos a los occidentales", dice Benillouche.

Este asegura también que otros Estados del Golfo, "inquietos por los desórdenes que podrían contaminar su región, están dispuestos a enviar tropas (a Bahrein), a saber: Kuwait, Qatar y Oman".

A un año de las manifestaciones de 2011, estallan ahora nuevos conatos de rebelión en Bahrein. Decenas de miles de bahreiníes reclaman la caída del régimen conducido por el rey Al Khalifa, cuya monarquía no ha emprendido ninguna de la reformas sociales necesarias para acallar el descontento.

"La plaza de la Perla está actualmente cercada por la policía para evitar que se convierta en una nueva plaza Tahrir. Los manifestantes han desfilado en respuesta a la llamada del religioso chiíta, Cheikh Isa Qass, y del grupo chiíta Al Wefaq que controlan a la oposición. Irán además ha convocado a manifestaciones de solidaridad en varias ciudades de Irak", dice Benillouche.

Esto generó protestas del régimen de Al Khalifa que acusó a Irán de orquestar el descontento entre los trabajadores bahreiníes, mayoritariamente chiítas. "Tanto Arabia Saudita como los Estados Unidos consideran a Bahrein como una línea roja que Irán no debe cruzar. Esta pequeña isla podría convertirse en catalizadora de un conflicto militar con el régimen de los mullah", concluye Benillouche.