La vuelta al mundo en bicicleta y en diez años

Pablo García tenía un buen trabajo en Brasil pero su deseo de viajar hizo que abandonara todo y se lanzara a la aventura de pedalear por 77 países de Africa, Europa, Asia y Oceanía. América es su próximo objetivo

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Levantarse temprano, ir a la oficina, almorzar, regresar a casa y dormir en una cama confortable es la rutina de muchos. Con el tiempo puede resultar cómoda, segura, pero en algún momento más de uno ha deseado un cambio; salir a recorrer el mundo, por ejemplo. En general, la idea queda en eso, un suspiro y de vuelta a la vida "normal".

Pero este argentino de 38 años pasó del dicho al hecho, subiendo a una bicicleta, y desde aquella decisión ha pasado ya una década. Un viaje que lo llevó a recorrer cien mil kilómetros por África, Asia y Europa.

A finales de 1999, Pablo García tenía una agencia de turismo en Maceio, Brasil, con un grupo de amigos, y las cosas no le iban mal. "Cuando empiezas a ganar dinero los intereses cambian. Tenía 25 años y quería seguir viajando y pensé que si no lo hacía en ese momento no lo haría más", cuenta Pablo recordando aquellos años en Brasil. "Tenía un departamento en un séptimo piso frente al mar", dice.

Pablo confiesa que no hay un secreto para tomar la decisión. "Lo más difícil es arrancar", señala este aventurero, oriundo de San Andrés, provincia de Buenos Aires.  Su primera meta era cubrir la ruta que va de Maceio (Brasil) hasta la capital de la Argentina.

"Recuerdo que el primer día hice 80 kilómetros alrededor de una laguna y el segundo 120. Era el año 1998 y lo único que tenía claro era que quería dar la vuelta al mundo. A las dos semanas ya tenía una locura total y me preguntaba qué había hecho. Lo paradójico era que mi afición por el ciclismo antes del viaje era mínima", recuerda.

Después de pedalear seis meses, llegó a Buenos Aires y se encontraba listo para un desafío mayor. Luego se dio cuenta de que el principal obstáculo a vencer era encontrar sponsors. Pero la elección del medio de locomoción fue una ayuda para que las puertas de las empresas se abrieran. "Una bicicleta tiene eso, la gente te respeta, no muchos viajan de esta forma; es diferente del que recorre el mundo en una moto. El viaje es más pausado y puedes disfrutar de la experiencia", dice el ahora curtido ciclista.

En esta clase de emprendimientos se necesita perseverancia. Pablo había imaginado que le tomaría un mes la tarea de financiar su sueño pero al final se demoró un año y medio. Quería comenzar desde lo más complicado y en mayo del 2000 partió rumbo a Sudáfrica.

"Pensé que si podía pedalear todo África, podría hacerlo en el resto del mundo. No conocía nada de ese continente", recuerda. Y agrega: "Tal vez haya cambiado, pero en el 2001 el tema de los conflictos raciales estaba aún latente en Sudáfrica". Fue el país más duro de todos los que recorrió. Aún así, recuerda con cariño la primera noche. En el bar de un pequeño pueblo le contó su recorrido en bicicleta a la mujer que atendía. "Salí del baño y toda la gente me aplaudía". Pablo programó recorrer África en siete meses y demoró veintisiete.

Otro de los impedimentos en este tipo de aventura es el idioma. Pero las señas son un lenguaje universal.

La crisis económica argentina del año 2001 sorprendió a Pablo en Mozambique. Todos los auspiciantes de su país lo abandonaron. "Tuve que contactar gente y conseguí que una petrolera sudafricana me financie el viaje. Lo mejor que tiene África es la bondad de su gente, todos te quieren ayudar. El éxito en este tipo de aventuras es conseguir dinero para seguir viajando", dice.

En Europa en cambio, las puertas de las empresas no se abrieron. Recurrió entonces a una vieja estrategia aprendida durante su estadía en Brasil. "Para financiarme vendía unas pequeñas muñequitas. Colocaba la bicicleta en las calles y ferias con las banderitas de África y en el idioma que sea contaba mi viaje. Así pude continuar". Dos años le tomó recorrer Europa.

El amor se vuelve difícil con una vida nómade, pero no imposible. En Italia, Pablo conoció a Clara, que se convirtió en su novia y lo acompañó por Medio Oriente durante un año.

El viaje con Clara por aquellas regiones se complicó porque ella debía ir cubierta. Una mujer no puede ingresar a Arabia Saudita si no es con su esposo, por ejemplo. En ciertos países, Pablo tuvo que seguir solo su recorrido. "La gente que vive allá es feliz con sus costumbres. Nosotros, los occidentales, podemos considerarlas retrógradas, pero no es así", reflexiona y cuenta que hay que tener cuidado con lo que se dice respecto a los conflictos de la región.

Un estómago fuerte es otro requisito fundamental para recorrer el mundo en dos ruedas. "En Medio Oriente fue difícil porque comen con mucho picante y más de una vez terminé en el hospital", cuenta Pablo.

No todo es manejar. Pablo se da tiempo para escribir sobre sus experiencias en cada país. Su página, Pedaleando el Globo, sirve como diario y borrador de lo que será un libro cuando haya finalizado el viaje. Esta web, que contiene historias de los 77 países que ha recorrido, también lo ayuda a conseguir sitio para dormir. "Pablo te visita" es una forma de ayudarlo y tener en casa a alguien con más de una historia sorprendente que contar.

"Cuando pedaleo, voy muy tranquilo. Pedalear es como una meditación y un desafío. Es como un trabajo, hay días en que hay viento y se complican las cosas", señala.

Pablo está ahora en Buenos Aires, y en unos días regresará a Australia, donde lo espera su bicicleta con 80 kilos de equipaje. Recorrerá Nueva Zelanda y luego comenzará la última etapa: América.

"Esto es más fácil, es de bajada", dice risueño, explicando que en la primavera del hemisferio norte partirá desde Alaska y recorrerá todo el continente hasta a la Argentina. Calcula que le tomará dos años. Ya tiene definido lo que hará cuando se baje por fin de la bicicleta. "Pienso realizar un documental, escribir un libro y hacer una galería de fotos con todo el material que tengo guardado".

"Este último tramo va a ser el más lindo porque me voy a poder comunicar con la gente", concluye.