"Acepto mi destino como una condena a muerte"

Los conmovedores mensajes que envían a sus familias los trabajadores que luchan por contener la fuga radioactiva en Fukushima exhiben tanto coraje, como resignación

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"El destino nos condena"; escribe otro, en mensajes de texto, ya que la red es la única vía de comunicación que tienen con el exterior. "Por favor, trata de estar bien, al menos tú -le dice otro a su esposa-; yo no puedo volver a casa por ahora", mientras que otro escribe a su familia con cierto buen humor: "No se preocupen, me las arreglaré. Vuelvo pronto, recuerden que me jubilo dentro de seis meses".

Son 50 empleados que se ofrecieron como voluntarios para salvar lo que se pueda de esa máquina-mosntruo en que se ha convertido la planta nuclear de Fukushima, que, como una hidra de muchas cabezas, multiplica los "incidentes" en sus cuatro reactores: explosión, incendio, fuga...

Atrapados sin salida en la usina, posiblemente les haya venido a la mente el recuerdo de los obreros que, en 1989, permanecieron en el interior de la planta nuclear de Chernobyl, en Ucrania, y que sólo sobrevivieron tres meses a la odisea de "limpiar" el desastre causado por la fuga radioactiva.

A los 50 voluntarios iniciales, se sumaron 130 hombres más para colaborar en la misión suicida de enfriar los reactores detenidos tras el terremoto seguido de tsunami y evitar que una tragedia nuclear se sume al desastre natural, llevándose más vidas de sus compatriotas.

El mensaje del primer ministro Naoto Kan fue tan claro como desesperado: "Ustedes son los únicos que pueden resolver esta crisis. Retirarse es impensable".

El hermano de uno de los que Japón ya ha consagrado como héroes, contó a los medios: "Él está trabajando todavía en la planta... no se ha detenido. Ya no tienen nada para comer allí dentro...  siguen adelante en condiciones verdaderamente durísimas".

Orgullosa, la hija de uno de ellos twitteó: "El que está dentro de Fukushima es un combatiente, se está sacrificando a sí mismo para protegerte a ti". Pero luego agregó: "Por favor papá, regresa vivo a casa".

Una colega de Fukuhima II, la central ubicada a 12 kilómetros de Fukushima I y que no está afectada, relata: "El viernes pasado, en medio del tsunami, cuando nadie sabía para dónde ir, todos nos precipitamos al trabajo arriesgando la vida, cada uno trató de hacer lo posible. Muchos de nosotros no sabíamos siquiera la suerte corrida por nuestras familias y nuestras casas, pero volvimos al trabajo".

Y allí permanecen aún muchos de ellos librando lo que puede ser el último combate de sus vidas, pero con la mente puesta en tranquilizar a los suyos: "Pienso siempre en ustedes, los quiero mucho"; "vuelvo pronto"; "un esfuerzo más y terminamos".