La impronta de un presidente que no respetaba el protocolo

Néstor Kirchner fue criticado y aplaudido por esa costumbre y su estilo personal. Fue impuntual en citas de relevancia internacional y pocas veces se preocupó por su imagen

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 Reuters 162
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La historia dirá que Néstor Kirchner inauguró una nueva forma de hacer política

, y no sólo por las decisiones que tomó durante su gestión como presidente de la Argentina. Desfachatez, humor, ironía y alguna muestra de malhumor sellaron la impronta de un político políticamente ?valga la redundancia- incorrecto.



Desde el momento de su asunción, el 25 de mayo de 2003, demostró que

el respeto por los protocolos no iba a ser precisamente uno de los símbolos de su estadía en la Casa Rosada.

Con una amplia sonrisa, el flamante presidente juró -con algunos furcios y más risas-, se abrazó con todos sus colaboradores y agitó el bastón, acaso en señal de nerviosismo, primero; y de informalidad consciente, después.



La foto de aquel día lo muestra con un apósito en la frente.

¿La causa? Quiso atravesar una valla de seguridad para saludar a sus seguidores y se golpeó con una cámara de un fotógrafo.

"¿Por qué atravesé las vallas? Porque hace 30 años yo estaba allí, junto al pueblo.

¿Por qué no iba a hacerlo hoy si yo soy uno de ellos?", explicó.



Al momento de traspasarle la banda presidencial a su esposa, la actual mandataria Cristina Kirchner, también sobraron los gestos cómplices y las alusiones a un cambio de mando en el Gobierno que significaría una inversión de roles en el poder doméstico de la familia Kirchner.

Todavía conservaba sus viejos mocasines, los mismos que utilizó cuando llegó a la presidencia.


Por aquellos días bromeaba con la posibilidad de convertirse en "

el primer damo

", un rol que hasta la fecha sólo habían ocupado mujeres en la Argentina.



Néstor Kirchner fue impuntual en actos oficiales e incluso en visitas de referentes de la política internacional

, como el Rey Juan Carlos, quien debió esperarlo largo rato durante el Congreso de la Lengua celebrado en Rosario, en 2004. O, directamente, se ausentó de acontecimientos importantes como las exequias del Papa Juan Pablo II, un año después.



Bromeó con periodistas afines o utilizó el humor para salir del paso ante preguntas incómodas. Para muestra, vale repasar algunas imágenes con los cronistas de CQC.

A más de uno de ellos tomó del cuello en señal amistosa o le espetó un "¿te viniste ácido hoy?" después de una ironía al vuelo.

Y también se enojó con los medios, al punto de liderar una inédita cruzada contra el diario más influyente del país desde el regreso de la democracia.

El "¿qué te pasa, Clarín, estás nervioso?" constituye todo un símbolo de sus encendidos discursos.

Lo pronunció el año pasado, durante un acto en el partido de Tres de Febrero después de las elecciones en Catamarca.



Burló a su propia seguridad para caminar entre la gente como uno más y bajó en helicóptero a la cancha de Racing -

que lleva el nombre de Presidente Perón- para regalar los prometidos plasmas al plantel luego de un triunfo ante Boca. Fue desafiante e irónico; irritante para quienes jamás comulgaron con sus ideas ni con sus formas.



Antes de dejar su gobierno, expresó una frase que lo pintó en cuerpo y alma:

"Durante muchos años este país vivió de la formalidad, de la superficialidad, muy preocupado por los protocolos y por los niveles de determinada educación. Así nos fue".

Nada lo hubiera cambiado.