Si se detiene el flujo sanguíneo durante más de unos pocos segundos, el cerebro no puede recibir sangre y oxígeno. Las células cerebrales pueden morir, causando daño permanente.
Los accidentes cerebrovasculares isquémicos pueden resultar del taponamiento de las arterias, una afección llamada ateroesclerosis. Esto puede afectar las arterias dentro del cerebro o las arterias en el cuello que llevan sangre al cerebro.
. Con el tiempo, la placa se acumula. Esto a menudo dificulta el flujo apropiado de la sangre, lo cual puede provocar que ésta se coagule.
También pueden ser causados por coágulos de sangre que se forman en el corazón. Estos coágulos viajan a través de la sangre y pueden atascarse en las pequeñas arterias del cerebro, lo cual se conoce como embolia cerebral.
. Algunas personas tienen defectos en los vasos sanguíneos del cerebro que hacen que esto sea más probable. El flujo de sangre después de la ruptura del vaso sanguíneo causa daño a las células cerebrales.
Los hombres tienen más accidentes cerebrovasculares que las mujeres, pero estas últimas tienen riesgo de presentar un accidente cerebrovascular durante el embarazo y en las semanas inmediatamente posteriores a éste.
Consumo de alcohol
Trastornos hemorrágicos
Consumo de cocaína
Traumatismo craneal
Los síntomas del accidente cerebrovascular dependen de qué parte del cerebro esté dañada. En algunos casos, es posible que una persona ni siquiera se dé cuenta de que ha tenido un accidente cerebrovascular.
Los síntomas generalmente se presentan de manera súbita y sin aviso o pueden ocurrir a intervalos durante el primero o segundo día.
Se puede presentar un dolor de cabeza, especialmente si el accidente cerebrovascular es causado por sangrado en el cerebro. El dolor de cabeza:
Comienza repentinamente
Ocurre al estar acostado
Lo despierta a uno
Empeora cuando usted cambia de posición o cuando se agacha, hace esfuerzo o tose
Otros síntomas dependen de la gravedad del accidente cerebrovascular y de la parte del cerebro afectada. Los síntomas pueden abarcar:
Debilidad muscular en la cara, el brazo o la pierna (por lo regular sólo en un lado)
Entumecimiento u hormigueo en un lado del cuerpo
Problemas para hablar o entender a otros que estén hablando
Problemas con la vista, incluyendo disminución de la visión, visión doble o ceguera total
Cambios en la sensibilidad que afectan el tacto y la capacidad para sentir el dolor, la presión, las temperaturas diferentes u otros estímulos
Cambios en la audición
Cambio en la lucidez mental (incluyendo coma, somnolencia y pérdida del conocimiento)
Cambios emocionales, de personalidad y estado de ánimo
Confusión o pérdida de memoria
Dificultad para deglutir
Cambios en el sentido del gusto
Dificultad para leer o escribir
Pérdida de la coordinación
Pérdida del equilibrio
Torpeza
Problemas para caminar
Mareos o sensación anormal de movimiento (vértigo)
Falta de control de esfínteres