El fin del arte tradicional

Su definición y su concepto social pueden distanciarlo de las personas, pero en la actualidad para muchos se transformó en una herramienta ante la cotidianeidad. Infobae.com habló con especialistas y artistas sobre una nueva funcionalidad

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Si uno hurga las páginas de una enciclopedia no demasiado específica, encontrará el arte definido algo así como la manifestación por medio de la cual el hombre expresa una visión personal y desinteresada que interpreta algo real o ficticio con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. Esta idea de desinterés debe ser entendida con cautela, ya que mal implementada puede derivar en la consideración del arte como puro entretenimiento, una especie de hobby que con elevada importancia no debe tomarse, ya que su finalidad no sería otra que la distensión (si bien no concuerdo con este definición, resalto que tampoco es poco esto del relax, divertimento necesarísimo en estos días de colectivo y huérfano alboroto).

Pero es necesario dejar en las sombras cuestiones equívocas y comprender que el desinterés del arte pasa por su generosidad y no por su inutilidad, ya que existe una arista de lo artístico que rebalsa el mero entretenimiento: su función catártica.

Aristóteles, en su Poética, emplea esta idea para explicar qué sucede con los espectadores una vez que se disponen a disfrutar de la trama de una tragedia (entendamos por ahora este término como género teatral y apartemos unos centímetros las nuestras). El autor griego entiende la catarsis como la purificación de las pasiones de los hombres a través de los sentimientos de terror y piedad que llegan a puntos de ebullición gracias a la representación dramática, gracias a casi llegar a sentir en la propia y des-mascarada piel todo aquello que los protagonistas de la obra representan y espejadamente reflejan. Entonces, podría pensarse que el pensamiento aristotélico entendiese al teatro como un confesionario mudo del que los hombres son capaces de salir mucho más livianos y puros. Mediante el arte, el yunque de la realidad pierde masa hasta alcanzar la tolerancia.

María Constanza Sánchez Chiappe, fotógrafa y artista plástica por elección y no profesión, considera que el arte le quita pesadez. "Es mi forma de expresar lo que no puedo poner en palabras, sin necesidad de ser entendida. Es depositar en cada papel penas, ideales, sueños y alegrías. Cada vez que lo muestro, me siento desnuda y vulnerable", asegura la joven de 24 años, que cree que durante aquellos largos instantes en los que los problemas no encuentran cierre, lo mejor es pintar.

Otra apoyatura a esta pretensión la brinda Dafne Berman, estudiante de Periodismo y alumna del taller de pintura del profesor Rodolfo López Martino. "Cuando estoy angustiada, triste o confundida, es posible que salgan los mejores trabajos, porque hay una pelea constante con la imagen, pero no es cuando más disfruto, porque a veces me cuesta interpretar lo que estoy tratando de decir. Igualmente, cuando pintás en ese estado, es posible que encuentres muchas respuestas que antes no tenías", declara Dafne, que interpreta al arte, además de fructíferamente curativo, resolutivo.

La música también entra en esta categoría de saneamiento. Lautaro Schachmann, guitarrista del grupo Alunísono, hasta llega a arriesgar que el arte logra una conexión más fuerte que las opciones medicinales. "El arte muchas veces funciona como terapia, como descargo emocional. Yo hago música desde hace más de 8 años, pero desde muy chico me sirvió como conexión espiritual conmigo mismo, como desconexión del mundo y rutina diarios", justifica el músico.

Y en caso que estos ejemplos carezcan de validez para los incrédulos por su carencia de justificativo "medicinal", una profesional brinda su voz al rescate. Yésica Ferraro, licenciada en Psicología egresada de la Universidad de Buenos Aires, trabajó con internos del Hospital Borda en talleres artísticos y considera que éstos son un buen método para obtener resultados fructíferos sin necesidad de recaer en los dispositivos analíticos clásicos. Si para Aristóteles la catarsis implicaba la purificación de las pasiones, para esta psicóloga lo que logra sanearse y pacificarse mediante el arte es el sufrimiento, algo que los pacientes padecen por exceso y descontrol. "Los talleres constituyen un espacio donde los pacientes pueden hacer algo con ese sufrimiento excesivo, apaciguarlo", asegura Ferraro.

Si bien resulta hasta efímero creer en la absoluta purgación (gracias al arte o a quien sea), el sufrimiento parece aminorarse con unas pinceladas coloridas o ciertos sonidos. Habría una especie de sublimación, que logra que la energía de ese sufrimiento se derive a un nuevo fin. Parece ser que ante el dolor de vivir, siempre la solución es el cambio, y por qué no agregarle otro cambio a éste y hacerlo artístico.